No sé ustedes, pero en la fase 3 en la que ahora flotamos, confieso que es poco probable que me vuelva mejor ciudadano y mejor patriota, si cabe, porque no todos podemos estar en el bando de los cayetanos ni somos capaces de encajar en el equipo de los suplentes, aunque pienso exigirle daños y perjuicios a algún ministro del ramo de la cultura española y hasta interplanetaria por la cantidad de libros desnortados y películas buenrollistas que me he estado inyectando estos días con la esperanza de hallar todas y cada una de las respuestas a estas incertidumbres en las que habito y habitamos todos, excepto, ya digo, los ofendiditos, sean cayetanos o no, y que me han convencido –los libros y películas, se entiende– de que la vida es muy corta y hay que aprovechar cada minuto, cultivando, eso sí, la paciencia del santo Job enmascarillado; de que Penélope Cruz en 'Todo es mentira' es una fenomenal histérica a la que Coque Malla le da adecuado cuartelillo sin caer en excesos interpretativos; y de que las personas tóxicas –sean cayetanos o no– siempre se las apañan para llevarnos ventaja porque el «beneficio de la duda» no forma parte de sus cortezas cerebrales –donde, leo, «ocurren la percepción, la imaginación, el pensamiento, el juicio y la decisión»–, a lo que habría que añadir que, en contra del 'mandato' de consumir y reactivar la economía cuanto antes, me seduce entre poco y nada tomarme un refrigerio en las terrazas o cobijarme en El Faro, por muchas zonas refrigeradas que haya tentándome, pues me recuerdan a esos telefilmes germanos tan asépticos, con humanos insultantemente sanos y robotizados, perfectamente anodinos, excepto por cierto atractivo físico innegable, tanto en machos como en hembras, que hace más tolerable, qué duda cabe, las dos horas y tres minutos que le lleva al director o directora de tamaño despropósito levantar una trama solo apta para lobotomizados del primer mundo, pues sospecho que en otros mundos el descojone sería de aúpa. Así que, a la espera de que pasemos al lastlevel, tengo la certeza de que la vuelta a la «normalidad» será de todo menos normal.
¿Saben ustedes cómo se dice autobús en alemán?
Pues eso.