Isidro Vázquez, ganó 240.000 euros de la ONCE en mayo
«Sigo siendo el mismo, pero estoy reformando mi casa»Se cumple un mes desde que el bar Nuevo Betis repartió 21 millones de euros entre sus clientes, de los que Isidro resultó ser uno de los más afortunados
«Sigo siendo el mismo, con mis animales, y estoy reformando mi casa». Quien habla es Isidro Vázquez, cuya foto se publicó en la portada ... de HOY del 7 de mayo por ser uno de los agraciados con el cupón extraordinario del Día de la Madre. Aquel día solo le quedaban cien euros en la cuenta para pasar el mes, dado que le habían recortado la ayuda del mínimo vital, cuando el sorteo de la ONCE eligió el número del que llevaba seis décimos.
Un mes después, Isidro sigue acudiendo a diario al bar Nuevo Betis, igual que muchos de los vecinos que se vieron agraciados por la fortuna. Juan José Holgado, el propietario, vendió 99 décimos agraciados con 40.000 euros cada uno de ellos y uno más con 17 millones de euros. El número de la suerte es el 96124.
Allí cuentan cómo ha sido este mes. El primer día, a Isidro Vázquez le prestó cien euros un amigo. Se fue directo al supermercado y llenó la despensa. Cuando cobró los 240.000 euros, varios días después de la celebración, le devolvió a su amigo al préstamo. Desde entonces ha gastado poco más de mil euros.
Hoy busca una vivienda para mudarse, mientras reforma su casa, en la que lleva viviendo muchos años, y de la que se le estaban cayendo los techos. La reforma él, poco a poco, porque ha trabajado en la construcción y en plantas termosolares hasta que se quedó en paro hace varios años.
«Me pongo a hacer la reforma, estoy un rato cuando quiero y si quiero parar, pues puedo venir a tomar algo al bar». En este tiempo, dice con guasa, no le ha salido novia. Ni la quiere, dicen riéndose. «Eso es una ruina». Pero sí ha advertido algún cambio en la forma de mirarle de algunos conocidos. Ahora que todo el mundo sabe que tiene dinero, le hablan. «Antes me veían y ni me miraban».
Entre sus objetivos no está comprarse un coche. Quizás, con el tiempo, «una motillo». Tampoco se ha comprado un móvil. No lo quiere. «Como te desmadres una mijina, el dinero se va volando», dice con las gafas de sol colgando del escote de la camiseta y un cigarro en la mano.
«Antes estaba a dos velas, siempre pensando si me llegaba o no. Ahora tengo otra seguridad con el dinero en el banco».
Él, como otros clientes del bar Nuevo Betis, siguen comprando cupones. Uno diario, uno o dos para el viernes y algunos para el sorteo extraordinario del 15 de agosto. Juan José Holgado, el propietario, está convencido de que no volverá a tocar. «Hay más probabilidad en cualquier otro sitio que aquí», dice resignado tras contestar constantemente que no le quedan cupones.
Este miércoles por la mañana, en el bar, todo es alegría. «Nos ha tocado a todos. A mí, a este, a ese, a aquel de allí, los otros dos de allá, y a esos de ahí».
Varios de ellos llevaban más de un cupón de ese número que se vendió íntegramente en este bar ubicado casi en la esquina de las calles Trujillo y José de Macón, en las traseras de la iglesia de San Roque.
A algunos de ellos les ha dado para comprar una nueva vivienda, pero ninguno busca más allá de su zona. Nadie se ha ido a Las Vaguadas ni se ha mudado al centro.
«Del barrio no se va nadie», asegura uno de los afortunados. Este se mudó hace años a Valdepasillas, pero sigue yendo a diario a la avenida de Ricardo Carapeto y su entorno. Compra el cupón, echa la Bonoloto, se toma una copita de Limoncello en el Nuevo Betis a media mañana y se lleva el tabaco.
Algunos han comprado un coche. «Pero nada de Mercedes ni cosas así», dice Juan José Holgado, propietario del negocio.
Los que tienen hijos mayores, les han ayudado. Uno de ellos, que se identifica como Don Pepito, llevaba dos boletos premiados y le dio uno a su hermana. «Mi pena es que se me han muerto tres hermanos en dos años y no pueden ver que me ha tocado», dice.
Le ha dado 2.000 euros a un sobrino para ayudarle a pagar la comunión de una hija y otros mil euros a otro sobrino para un coche. A su propio hijo le llevará un regalo en mano a Madrid, donde trabaja con pocas posibilidades de acercarse a Badajoz. Sigue residiendo en las casas de las lavanderas, en Legado Macías. «La mia es muy antigua y estaba muy mal». Así que, como otros afortunados, la está arreglando. Él es pintor y se encarga de acicalarla, para el resto cuenta con una empresa. «Estoy haciendo obras antes de gastármelo, que yo soy muy gastoso y si no, me quedo sin nada».
Otro de los clientes narra que le tocaron seis décimos. Regaló dos a familiares, se ha buscado una casa en el entorno y se ha comprado un Nissan.
Otro de ellos, con guasa, reconoce que algunos han cambiado de tabaco. Señala la bolsa de plástico transparente, sin marca, con una treintena de cigarros que uno de ellos guarda en el bolsillo de la camisa. «Yo antes fumaba eso, que se compra a 1,20 euros de contrabando, no tiene controles. Ahora voy al estanco por Winston o Camel, a 5,45 euros el paquete».
40.000 euros por décimo
Cada décimo salió premiado con 40.000 euros. Hasta esa cifra, no han tenido que pagar a Hacienda. A partir de los 40.001 euros han tenido que tributar un 19%.
Uno de los que recibió 40.000 euros, Andrés, ha repartido con sus hijos y ha metido algo a plazo fijo en el banco.
Otro se mete en la conversación:
–Di la verdad, que te lo has gastado con la querida.
–Pero, ¿qué dices?
Y todos los que están en la barra estallan en carcajadas. Porque ni la alegría ni la guasa se pierde en este rincón de San Roque donde este mes han visto a algunos cliente nuevos.
«Un día llegó una señora muy señoreada y entró. Aquí estábamos los de siempre y nos miramos. Fue directa al fondo de la barra. Y allí pidió un cupón», cuentan. Han llegado compradores de décimos de los pueblos de la provincia.
A Juan José Holgado se le han agotado todos los décimos del 34107, que es el número que comparten por el Extra del Verano de la ONCE. Detrás de la barra, Juan, que sigue abriendo todos los días a la misma hora. «Tengo más trabajo porque ahora tienen más para gastar».
Allí, dice otro con sorna, nadie pide ya que le fíen hasta el día 10 (cuando se cobra el paro) o el 25 (cuando se ingresa la pensión). Ahora todo el mundo paga en el momento. Ya fuera, despidiéndose, uno de ellos saca un billete plegado del bolsillo que parece tener otros doblados dentro. Es verde, de cien euros. Acaricia el delgado fajo. En la cara, una sonrisa.
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