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Antonio Gilgado
Badajoz
Martes, 26 de junio 2018, 08:06
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Bajo la sombra de los toldos y con el microclima escupiendo agua, el ferial de Caya no es tan mal plan para comer.
El recinto funciona a medio gas a las tres de la tarde. La mayoría de las casetas cierra porque su clientela llega cuando el sol se tapa. Caya es para los que trasnochan. Y esta regla no escrita de la Feria de Badajoz tiene su excepción: la caseta de los mayores.
El encargado del recinto cuenta que dan de comer cada día a doscientas personas. Todo ocupado a partir del miércoles. Por la noche, al contrario que el resto, trabajan más aliviado. Ayer, seis camareros servían a más de 180 comensales. De fondo, música en directo. Una teclista y un cantante versionan el bolero 'Si tu me dices ven'. El vocalista ya les avisa que cuando acaben los postres cambiará el tercio. Guarden el baile para luego.
En las mesas no falta el gazpacho y el lomo en salsa. 18 euros por barba. Ayer se reunieron todas las asociaciones de mayores de la ciudad. En la de Antonio Domínguez, su vicepresidenta, Ramona González. 78 años. Le ha tocado organizar a sus socios porque el presidente anda enfermo. Han venido cinco en un coche y algunos compañeros se han turnado para dar dos viajes. Muchos ya no conducen y moverse desde el barrio hasta la frontera requiere de cierta logística. Al final, dice aliviada, ha salido todo bien. Entre la comida de la feria y las entradas a repartir en los toros ha tenido una semana con cierto sobresalto. «Muchas quejas, muchas quejas», dice mientras sostiene la cuchara de gazpacho.
Gazpacho también comió Pepe Fernández y sus 14 amigos en la Granja El Cruce. Mesa y mantel con gente con la que ha trabajado desde hace más 30 años. Fue jefe de administración de Nuasa, la compañía que gestionaba los concesionarios de Seat en la provincia de Badajoz. Nuasa cerró y Pepe estrenó la condición de prejubilado a principios de año. La empresa se fue, pero los compañeros, en cierto modo, siguen. Por eso el grupo de jubilados de la antigua Seat queda dos veces al año para comer y una vez al mes para echar un café. «Hemos estado juntos toda la vida», la mejor forma de resumir una familia.
En familia también pasaban la sobremesa los 26 maestros que forman el claustro de profesores del Colegio Especial Los Ángeles. Los chicos se fueron de vacaciones el día 21 pero ellos siguen trabajando. Adolfo Romero, el jefe de estudios, cuenta que por horarios, obligaciones familiares o residencia no hay muchas oportunidades para reunirse fuera del horario laboral. Dicen que tratan de no hablar de trabajo. Treinta euros por cubierto (por supuesto, con gazpacho incluido).
La ruta por las casetas de cuchara y tenedor en Caya termina en el Casino de Badajoz. La mesa más grande la ocupan los 15 técnicos de empleo de Cruz Roja. Se encargan de buscar trabajo a mayores, jóvenes o parados poco cualificados. Habituales del Casco Antiguo, este año se han mudado al recinto para animar las casetas. Pocas aglomeraciones, buen servicio, aparcamiento barato. Caya no es mal plan para comer.
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