«En la época franquista, bautizar a Matilde Landa era derrotarla»

Este viernes comenzó el programa en torno a Landa con una conferencia de David Ginard Feron (Palma 1966), profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de las Islas Baleares y autor entre otros libros de Matilde Landa como 'De la Institución Libre de Enseñanza a las prisiones franquistas', publicado en 2005. Tiene ultimada otra biografía sobre Landa, que se publicará en unos meses.

–¿Cómo fue la infancia de Matilde Landa en Badajoz?

–Nació en 1904 y residió en la ciudad hasta 1923, por tanto hasta los 19 años. Procedía de una familia de la burguesía ilustrada, su padre (Rubén Landa Coronado) era un célebre abogado y dirigente republicano, muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza. En consecuencia, Matilde Landa tuvo una infancia y adolescencia muy propia de una señorita de clase media acomodada, pero educada en planteamientos progresistas. No fue bautizada, circunstancia que sería decisiva en la etapa final de su vida. Desde muy pequeña estuvo en contacto con intelectuales y artistas de renombre, por ejemplo a los 10 años se carteó con Juan Ramón Jiménez. En septiembre de 1923 se trasladó a Madrid para estudiar Ciencias Naturales y ya no volvió a vivir en Badajoz, pero siempre presumió de sus orígenes extremeños.

–Está emparentada con Carolina Coronado ¿Cree que tuvo alguna influencia en ella?

–Sí, sin duda, aunque de manera indirecta porque no hubo demasiado tiempo para que se trataran. Cuando murió Carolina Coronado Matilde tenía 6 años, pero a través de su padre (sobrino predilecto de la escritora) heredó la pasión por la literatura. Matilde Landa incluso conservó hasta su muerte documentos personales de Carolina Coronado.

–Hay una iniciativa para colocar una placa que recuerde que Landa nació en San Andrés ¿Cree que está poco reconocida y reivindicada?

–La iniciativa me parece excelente y sin duda puede contribuir a que se la conozca más en su ciudad natal. Matilde Landa es una de las figuras más relevantes del movimiento de mujeres antifranquistas y en los años de la posguerra encabezaba a menudo las relaciones de víctimas del fascismo que se publicaban en la prensa del exilio. En Madrid nunca dejó de ser un referente entre el colectivo de antiguas presas contra la dictadura. Sin embargo hubo una época (años ochenta y parte de los noventa) en que pareció en efecto que se borraba su memoria, pero desde principios del siglo XXI ha habido una recuperación importante de su figura; aparte del progreso del conocimiento de su vida por parte de la historiografía, ha habido una popularización a través de la cultura popular.

–¿Cree que su figura es menos conocida por ser mujer?

–No creo que el ser mujer la haya hecho actualmente menos conocida, pero sí en su momento. Me refiero sobre todo a los años de la Guerra Civil, cuando militaba en el Socorro Rojo; la dirección nominal de la organización estaba a cargo de hombres maduros, pero realmente quienes la dirigían en el día a día eran mujeres en la treintena, como la propia Matilde Landa, que sin embargo apenas figuraban.

–¿Cómo comenzó Matilde Landa su actividad política?

–Aunque por razones familiares procedía de una tradición republicana burguesa, en los años de la Segunda República se adscribió al comunismo. Como muchas otras mujeres de clase media e intelectuales comenzó militando en organizaciones del entorno comunista como Mujeres Antifascistas y el Socorro Rojo, y de allí pasó a afiliarse formalmente al PCE en mayo de 1936. Es un fenómeno de alcance europeo, muy relacionado con el mito soviético, muy potente en los años treinta.

–Fue condenada a muerte ¿Qué hizo durante la guerra?

–Durante la Guerra Civil tuvo una trayectoria muy representativa de la actuación de las mujeres republicanas. Aunque tuvo un mínimo adiestramiento militar y estaba adscrita al Quinto Regimiento, no entró nunca en combate. Al principio se encargó de la organización de los hospitales de guerra de la España republicana, después pasó a la ayuda a los refugiados (con una labor clave en la retirada de Málaga) y ya al final de la guerra se centró en las actividades de propaganda para fortalecer el espíritu resistente, ya muy decaído. En ese contexto, Miguel Hernández le dedicó un poema. En esos años de guerra Matilde comenzó a ser considerada un símbolo resistente en la España antifascista. El juicio en el que la condenaron a muerte (por actuaciones que eran esencialmente de tipo humanitario) es un buen ejemplo del carácter implacable del sistema judicial franquista.

–En la cárcel decidió ayudar a otras presas...

–Sí, a Matilde Landa la detuvieron en Madrid a los pocos días de finalizar la guerra y después de seis meses en los calabozos de la Dirección General de Seguridad pasó a la cárcel de Ventas, la mayor prisión femenina de España. Allí creó la llamada 'oficina de penadas', encargada de tramitar peticiones de conmutación para las condenadas a muerte. En un contexto en el que las presas carecían de asistencia jurídica, esa labor fue esencial para recuperar un espíritu de resistencia. Matilde Landa se convirtió a principios de la década de los cuarenta en el máximo símbolo de la resistencia en las cárceles franquistas.

–Se suicidó en la cárcel ¿Qué cree que motivó su decisión?

–Sí, en efecto el 26 de septiembre de 1942 cayó desde la galería al patio de la prisión de mujeres de Palma y murió a los tres cuartos de hora. Sin duda se trató de un suicido inducido por el trato que recibía en la prisión, donde fue sometida a una enorme presión para que se bautizara por parte del capellán penitenciario y de las mujeres de Acción Católica. Matilde era una líder nata de las presas y para el régimen franquista conseguir que se bautizara equivalía a derrotarla y humillarla a ella y a sus compañeras, como ya había sucedido en otros casos. Según algunos testimonios directos la sometieron a chantaje, planteándole que si no se bautizaba le retirarían alimentos a los bebés de las presas.

–¿Cree que es importante que se conozca mejor a Landa?

–Sí, claro. Por supuesto debe avanzarse en el conocimiento crítico de este período histórico, y en particular en la recuperación de biografías femeninas, incorporar la perspectiva de género a los estudios históricos es una de las mejores maneras de superar determinadas visiones superficiales y de democratizar la historia.