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Los dedos en las llagas

MARTÍN CARRASCO

Miércoles, 1 de mayo 2019, 21:30

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La vida/obra de Luis Costillo (Rosales de la Frontera, 1956-2019, Badajoz) exigió del arte una actitud crítica, que ha ido desplegando en cada uno de sus libros de artista, éstos como dispositivos de conocimiento. Un formato caro a Costillo pues, como él afirmara, «la relación con el público es muy intensa». No creo que haya amonestaciones en estos 'diarios', si acaso toques de atención, prevenciones y más de un aviso… ¡Precaución: Los dedos en las llagas!

En mi opinión, Costillo supo leer la lección de las vanguardias, en concreto los hallazgos del dadaísmo en lo que se refiere al carácter 'amanuense' de sus fotomontajes, tipografías, carteles, estampaciones, cajas … que él trastoca a partir de referentes cultos de la literatura de ciencia ficción o la autenticidad 'imagética' de las series B. Por eso, no es extraño que le fascinara el mensaje de Bradbury en 'Fahrenheit 451' sobre las implicaciones que se derivan del hecho de que un bombero pudiera acabar dedicándose a quemar libros (bella metáfora de la Cultura con mayúsculas), a la vez que una interpelación continua sobre la realidad que nos ha tocado vivir.

Para ello, Costillo entendió su obra como una construcción, un ensamblaje de diferentes materiales estableciendo un paralelo entre los mismos, a la manera de J. G. Ballard, con el que se identifica, «Trato la realidad como si fuera una ficción, trato la existencia entera como si fuese una gran ficción. Actualmente, vivimos inmersos en una novela gigantesca»… Una novela a la que 'Costi' supo dar forma. No en vano yo siempre lo he visto como un tierno y sagaz 'diablo cojuelo'.

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