Cierra la copistería de la fachada de azulejos
Jubilación ·
Después de 42 años, Rafael Barrena vende el edificio que albergó la zapatería de su abuelo y luego una de las papelerías más conocidasEn el interior del edificio de los azulejos centenarios de Copitur suena 'Soothing Samba Solstice', una melodía de jazz que evoca al futuro en un ... negocio que en unos días será parte del pasado reciente de Badajoz.
Entre los dibujos de su fachada, declarada bien de interés histórico artístico y que fue creada por el escultor que decoró la plaza de España de Sevilla, Pedro Navía, asoman dos letreros que anuncian el fin de una etapa.
En uno de ellos se lee 'Se vende', y en el otro 'Liquidación por jubilación'. Dos anuncios que son confirmado por el vacío que ya se aprecia en las estanterías donde antes había blocs de dibujo, o el palé lleno de libretas Tauro con un 40% de descuento.
Tras el mostrador en el que ha pasado los últimos 42 años está Rafael Barrena, el último copistero que junto a su mujer María Vázquez queda en un negocio que él y sus tres primos abrieron en 1982 en el mismo local donde su abuelo vendía los zapatos que por entonces calzaban los pacenses. «Esto ha sido siempre un negocio familiar. Primero fue mi abuelo con la zapatería, y después nosotros pensamos que una copistería podía ser un buen negocio. Y aquí hemos estado más de 40 años adaptándonos a los cambios y las últimas crisis de un negocio que ya no tiene futuro», dice apenado Rafael.
En el interior del local los equipos que forman ocho máquinas de impresión y copiadoras, trabajan para terminar los últimos encargos que les han pedido sus clientes.
A diferencia de sus inicios, cuando las puertas de su copistería daban para la calle Muñoz Torrero, en la parte trasera del edificio, las máquinas con las que hoy serigrafía e imprime son también láser. «Esta impresión es mucho más moderna. Nos hemos adaptado a la demanda de los clientes, pero seguimos utilizando también impresión de tinta porque la calidad de los trabajos es mucho mayor», cuenta.
Pero los comienzos no fueron así de sencillos. Este negocio, que en su origen no fue una papelería sino un taller de reprografía que comenzó a funcionar gracias a una única máquina de impresión, pero el tiempo y la demanda de los clientes les hizo ampliar su oferta hasta la papelería.
La tinta entre la que han pasado buena parte de su vida Rafael y su mujer les ha dado para vivir a ellos y a tres familias más que encabezaban el negocio, donde llegaron a tener cinco trabajadores. «Me quedé solo porque soy el más pequeño y los demás se han ido jubilando. Aunque ha sido un negocio familiar, nuestros hijos tienen sus estudios y se han dedicado a otras cosas. Tampoco se me ha pasado nunca por la cabeza que ellos siguieran con esto porque es un trabajo muy sacrificado, y un negocio que con el tiempo dejará de existir», zanja.
Entre rollos de papel María ha criado a sus hijos, y aunque asegura que le apena dejar el local, que ya está en venta, cuenta que también le apetece descansar y disfrutar el tiempo libre que les va a dejar la jubilación. «Han sido muchos años aquí metida por la mañana y por la tarde. Y cuando hay pedidos especiales hemos tenido que trabajar por la noche a puerta cerrada en la impresión. Ha sido muy sacrificado».
Un sacrificio que han realizado en el interior de un edificio histórico, cuya fachada decoró en la década de los años 20 del pasado siglo Pedro Navia, y que con la cerámica hace referencia al pasado como zapatero del abuelo de Rafael.
Alpargatas
Los azulejos que anunciaban la venta de alpargatas, así reza en la entrada, han sido testigos de cómo la familia Barrena ha hecho frente a las dificultades que ha enfrentado el sector del papel en los últimos años.
Primero fue en 2008, cuando la crisis del ladrillo acabó con el sector de la construcción, y mermando así el trabajo de Copitur, pues gran parte de su clientela de impresión eran empresas de construcción portuguesas y de buena parte de España.
Pero el daño mayor les llegó con la covid, el confinamiento cambió el modelo de un negocio al que Rafael no le ve futuro. «Con la pandemia todo se ha informatizado más. Cada vez son más las personas que compran por Internet material escolar a precios muy bajos, porque la gente quiere ahorrar, no les importa la calidad. Y contra eso nosotros no podemos competir», sentencia convencido de que el tiempo hará desaparecer a las copisterías.
Por suerte para él solo será testigo del declive, pero su negocio cierra el próximo 14 de diciembre. Otro más que según los vecinos, que estos días hacen acopio del material de papelería, dejará desolado al casco antiguo.
Allí, Rafael ha vivido los últimos meses luchando con la plataforma única, que facilita que los vehículos estacionen en su puerta y con ello tapen una fachada que más allá de ser historia para los Barrena, lo es para Badajoz y para quienes la buscan para fotografiarla. Porque el futuro que evocaba el jazz que sonaba en el interior del local, a partir de ahora quedará en las fotos.
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