Una puerta para las modernas técnicas genómicas

La diferencia entre ambas tecnologías es sustancial, al menos para los detractores que utilizan criterios subjetivos de tipo bioético para frenarlas. Mientras que en los cultivos transgénicos se incluyen uno o más genes de otras especies en la cadena de ADN de la planta, en la edición genómica esto no se produce. En todo caso es importante aclarar que en el caso de los organismos genéticamente modificados (OGM) el hecho de incluir un gen exógeno en una cadena compuesta por millones de ellos no altera la naturaleza del organismo más allá de la nueva característica que produce la modificación; no hay que olvidar que bioquímicamente los genes son iguales, sean de la especie que sean, y lo que varía es lo que expresa, de forma individual o combinada.

Hecha esta aclaración, no tenía ningún sentido que las semillas u otros organismos mejorados mediante estas técnicas fueran sometidos a los controvertidos procesos regulatorios de los transgénicos. Ahora y tras la publicación de un informe sobre el asunto por parte de la Comisión Europea, se abre la puerta a actualizar el sistema y adaptarlo a su realidad, lo que no está exento de dificultades, ya que el devenir va a ser largo y las próximas elecciones al Parlamento Europeo podrían volver a cambiar el escenario, si no se concluye el proceso con antelación. Por eso ahora lo prioritario es que las administraciones se muevan con agilidad.

La posición española es bastante coherente. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha mantenido una posición firme en defensa de los transgénicos y de estas nuevas técnicas, siempre que hayan recibido informes científicos favorables de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), y que estos no entren en contradicción con otros organismos científicos. Es también muy positivo que ahora el Ministerio de Ciencia y Tecnología avale públicamente el desarrollo y la correcta regulación de estas nuevas técnicas de edición genética. Hace unos días el propio ministro Pedro Duque afirmó en un evento público que la edición genómica y sus aplicaciones agrícolas pueden ser herramientas útiles para contribuir a la sostenibilidad del sector agroalimentario, tal y como ha concluido la Comisión Europea; y que entiende la preocupación por su limitación innecesaria para la producción de nuevas variedades vegetales de alto valor para la sociedad y su entorno económico y medioambiental.

Por otro lado y de acuerdo con los objetivos del pacto verde europeo y de la estrategia de la granja a la mesa, en 2030 el 25% de la superficie agraria deberá ser ecológica y se deberá haber reducido en un 50% la aplicación de fitosanitarios. Al margen de que sean objetivos muy discutibles desde una perspectiva global de sostenibilidad, la realidad es que para compensar la previsible reducción en la producción de alimentos desde el campo, se hace necesario incrementar rápidamente las productividades, tanto de la superficie remanente de agricultura convencional, como de la propia agricultura ecológica.

Con un modelo como el actual, en la que se tardan más de 10 años en poner una nueva variedad convencional en el mercado, reducir a la mitad este tiempo puede marcar la diferencia entre poder cumplir los objetivos medioambientales de una forma sostenible, o provocar un importante desequilibrio económico y social, trasladando el problema medioambiental a estados terceros.