Técnicas genómicas
Son diversas herramientas, todas con nombres complejos, pero que se pueden entender con más facilidad que como pronuncian
Juan Quintana
Lunes, 31 de julio 2023, 08:25
Son muchos los aspectos que tiene que abordar la presidencia española en este segundo semestre de 2023. Uno de ellos es relevante para el futuro ... de nuestro sector agrario y alimentario. Me refiero a las nuevas tecnologías de edición genética, todavía sujetas a debate, a pesar de los incuestionables beneficios que generan. Son diversas herramientas, todas denominadas con nombres complejos, que en algunos casos incluso pueden asustar, pero que se pueden entender con más facilidad que lo que se pronuncian.
En la actualidad la biotecnología aplicada a plantas se fundamenta en la técnica CRISPR-Cas, que quiere decir algo así como las repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente espaciadas; vamos, una galimatías para el común de los mortales. Es la también llamada mutagénesis dirigida, más fácil de leer y de pronunciar, pero igual de críptica. En todo caso y nomenclaturas aparte, es una tecnología que modifica el genoma de la planta, pero de forma selectiva; esto es, uno o varios genes que previamente se han identificado como los responsables de expresar determinadas características de la planta, que son las que se quieren modificar. Por ejemplo, ser resistentes a determinados productos, crecer más o más rápido, resistir la falta de agua, producir alguna sustancia, etc. En definitiva y utilizando el mismo símil con el que explican esta cuestión diferentes biotecnólogos vegetales, se modifica mínimamente la cadena de ADN, que no es otra cosa que el manual de instrucciones, en este caso de la planta.
Sobre esta cuestión, en las últimas décadas se han producido dos cambios sustanciales. El primero de ellos, que ahora somos capaces de leer y entender cada vez mejor este manual. Y en segundo lugar, que hemos desarrollado técnicas eficaces de alta precisión que nos permiten cambiar algunas de estas instrucciones reprogramando elementos muy concretos de la maquinaria vegetal.
Por otro lado está la cisgénesis, que lo que hace es incorporar nuevos genes a la cadena de ADN. Utilizando el mismo símil, nuevas funcionalidades que requieren modificar también las instrucciones de dicho manual.
La diferencia principal entre estas tecnologías y la injustamente vilipendiada transgénesis es que en esta última se introduce un gen procedente de otro ser vivo con el que no existe posibilidad de cruzamiento natural. Sin embargo en las nuevas tecnologías arriba mencionadas siempre es del mismo organismo o de otros con los que puede haber un cruzamiento sexual. Un diferencia para muchos relevante, en el ámbito de la bioética, pero que en la práctica es tremendamente sutil y que, por cierto, ha hecho un gran daño a la competitividad del sector agrario y alimentario europeo. Esto ha supuesto que hasta la fecha solo se haya aprobado un único cultivo transgénico, limitando así la competitividad de nuestros agricultores.
Pero lo más preocupante es que en 2018 y de forma inesperada, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (UE) decidió que los organismos mutagénicos deberían ser tratados igual que los transgénicos en sus procesos de aprobación, que en la UE son extremadamente complejos y lentos. En esta línea, hace escasas semanas la Comisión Europea arrancó el proceso regulatorio de estas técnicas con el objeto, decía la en ese momento comisaria de seguridad alimentaria, de proporcionar a los agricultores herramientas para producir alimentos sanos y seguros, adaptados a nuestras condiciones climáticas. De acuerdo con esta propuesta, la aprobación de cultivos cisgénéticos se abordaría de igual manera que la aplicada a semillas obtenidas por mejora genética convencional. Sin embargo, los cultivos mutagénicos no pasan el corte y caen en el mismo saco que los transgénicos, un lastre para nuestro desarrollo alimentario.
En todo caso es conveniente recordar que todos los alimentos que compramos, incluso los ecológicos, provienen de procesos de mejora genética similares a los que aplican las modernas tecnologías, pero más lentos, menos selectivos y más costosos.
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