El regadío, mejorable pero no reducible
JUAN QUINTANA
Lunes, 19 de junio 2023, 08:38
El regadío desempeña un papel crucial en la agricultura española, ya que permite el cultivo de una amplia variedad de productos y garantiza el suministro ... de alimentos para la población; pero representa un desafío en términos de gestión del agua, también en lo que respecta a los recursos hídricos subterráneos. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), España cuenta con un extenso sistema de regadío, con aproximadamente 3,8 millones de hectáreas, de las que alrededor del 55% es riego localizado, el más eficiente, un 22% riego por gravedad, el 15% aspersión y un 8% automotriz. Esto representa alrededor del 19% de la superficie agrícola total del país. En Extremadura se localizan 285.000 hectáreas en regadío, un 27% de la superficie total cultivada. En consecuencia, en torno al 80% del agua utilizada en España se destina al riego agrícola, por lo que optimizar su gestión deber ser una prioridad, por cuestiones medioambientales, económicas y sociales.
En los últimos años, y en especial en los últimos meses, el debate público sobre el uso de agua en agricultura se ha reabierto de forma intensa, si bien es cierto, que en ello ha jugado un importante papel el factor político vinculado a las últimas elecciones autonómicas. Pero el hecho es que a pesar de las últimas lluvias, los embalses todavía no llegan al 50% de su capacidad, con algunas cuencas con serios problemas de almacenamiento. Además, según el Instituto Geológico y Minero de España, más del 30% de los acuíferos españoles se encuentran sobreexplotados.
En este contexto, Greenpeace acaba de proponer reducir en 516.000 hectáreas la superficie de regadío en nuestro país, lo que representa casi el 14% del total. Un planteamiento disparatado si en la ecuación se considera el impacto que ello supondría en las economías locales, regionales y en la nacional, dado el alto valor económico de esta producción; pero también el efecto que ello tendría en el consumo, en la cesta de la compra y en la inflación, además del desequilibrio estructural a medio y largo plazo. Pero sobre todo, es una propuesta innecesaria, sabiendo que existen tecnologías para poder ajustar y hacer mucho más eficiente la gestión del agua en nuestro país, si bien es cierto que para ello es necesario una clara voluntad política a nivel nacional y regional. Solo hay que mirar atrás y ver como en la última década el consumo de agua por hectárea se ha reducido en un 25%, y todavía queda mucho espacio de mejora.
Optimizar la gestión del agua de riego es una prioridad y hay muchas formas de hacerlo, pero hay cuatro que son esenciales. Por un lado los grandes acuerdos políticos, que pongan a la gestión de este recurso como una de la prioridades que deben ser abordadas como pactos de gobierno, al igual que deberían serlo también la educación, y la suficiencia energética y alimentaria. Esto permitiría plantear trasvases entre cuencas y planificar una adecuada gestión de las aguas subterráneas, que suponen una enorme riqueza y no están adecuadamente explotadas. En segundo lugar la aplicación de un plan hidrológico nacional que acometa las obras pendientes y optimice las infraestructuras de que disponemos, reduciendo las grandes pérdidas que tienen en la actualidad. En tercer lugar, favorecer una reconversión de los cultivos en aquellas zonas donde la disponibilidad hídrica, un vez modernizadas las infraestructuras, requieran de la reducción del consumo de este recurso.
Y en cuarto lugar quitar el pie del freno y potenciar el desarrollo tecnológico desde la iniciativa privada, para poner en el mercado variedades con menores necesidades hídricas y otros avances que reduzcan de forma directa el consumo de agua en agricultura. Un enorme campo por desarrollar en diferentes ámbitos, que sin duda son previos a la última solución, fácil, ineficiente y lesiva; me refiero, a reducir el regadío.
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