Europa potencia las legumbres

Las legumbres forman parte de la historia agraria y gastronómica de nuestro país, tal como recientemente se volvió a recordar en su día mundial del pasado mes de febrero, institucionalizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) en 2016. Desde entonces han sido mucho los esfuerzos que han puesto las diferentes organizaciones e instituciones para potenciar su consumo y su cultivo, experimentando un crecimiento continuo que tuvo su máximo nivel entre 2020 y 2021. La pandemia tuvo un efecto colateral positivo como consecuencia del aumento del hábito de consumo de las legumbres, en un momento en que había más tiempo para cocinar en los hogares.

De acuerdo con el Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), mientras en 2016 el consumo anual en España era solo de 3,1 kilos por persona y año, en octubre de 2022 ya había superado los 3,4 kilos. Esto ha supuesto un crecimiento medio anual del 3,3% en valor, aunque una caída en volumen de 2,2%, como consecuencia de la amortiguación del efecto pandemia. Por comunidades autónomas, los cántabros son los más aficionados, consumiendo alrededor de 5,2 kilos por persona y año, seguidos las ciudadanos de Baleares, Cataluña, Aragón y Asturias. En el extremo opuesto se encuentran Canarias, Andalucía, y de farolillo rojo, Galicia con 3,1 kilos por persona. En el caso de Extremadura el consumo medio ronda los 3,6 kilos de legumbres per cápita.

En todo acaso y a pesar de la paulatina recuperación de su consumo, la realidad es que la Organización Mundial de la Salud recomienda un mínimo de tres raciones por semana, muy alejadas todavía de la algo más de una ración semanal que degustamos actualmente.

Por otro lado, cada vez arraiga más la corriente popular de reducir el consumo de carne y sustituirlo por productos vegetales que imitan a sus modelos cárnicos, algo muy discutible y discutido desde una punto de vista nutricional, pero que también puede potenciar la demanda de legumbres. Cierto es que este movimiento todavía está poco consolidado en la Unión Europea, en particular en nuestro país, aunque en otros, como en China, más que una alternativa es ya un hecho.

Las dos últimas campañas tampoco han ayudado, con producciones muy cortas en España debido a la escasez de agua, y también a nivel mundial. Esta situación no ha llegado a generar falta de abastecimiento, pero si escasez de producto, y por tanto, subida de precios, reforzada por la actual corriente inflacionista.

En España producimos de media el 40% de lo que consumimos; solo el 30% en el caso de alubia, y el 50% y el 60% respectivamente en garbanzo y lentejas. Esto quiere decir que nuestro potencial de crecimiento es todavía muy alto, y para ello una fuerte palanca de desarrollo debe ser la nueva Política Agraria Común (PAC). Bruselas ha apostado firmemente por este cultivo, debido a sus significativas ventajas medioambientales, como son el bajo consumo de agua, su capacidad de fijar dióxido de carbono y, como factor diferencial, su capacidad de enriquecer el suelo mediante la aportación natural de nitrógeno, lo que reduce las necesidades de fertilización de los cultivos posteriores, dentro de la rotación.

Por ello la Asociación de Legumbristas respira con cierto optimismo, a pesar de los reducidos márgenes provenientes de la actual situación económica y del encarecimiento de los costes de producción. Pero no solo es necesario que aumente la demanda y se eleven los precios, también que se potencie un mayor reconocimiento de los productos locales frente a los importados. Para ello la diferenciación en lineal y la promoción de origen deben jugar un papel muy relevante en este nuevo periodo amparado por una PAC que apoya las legumbres.