Dieta para una sola salud

La semana pasada ya anticipábamos en este mismo espacio algunos apuntes sobre el consumo de aceite de oliva que se planteaban en el informe sobre nutrición, ejercicio físico y medioambiente, elaborado por el comité científico de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan). En él, este organismo hace diferentes recomendaciones y también aporta información novedosa, al menos para este tipo de trabajos, sobre el impacto de la nutrición en el medioambiente. Tres años después de su último informe las conclusiones están marcadas por la búsqueda de un patrón alimentario en el que haya predominio de los alimentos vegetales, reduciendo los de origen animal. Un modelo alineado con la visión de Una Sola Salud (One Health) en el que la salud humana y su alimentación están íntimamente relacionadas con la sostenibilidad medioambiental; es decir, reforzar la dieta mediterránea, puede mejorar, no solo la salud, sino también el medioambiente; o eso dicen algunos.

Son varios los aspectos que merece la pena destacar. En primer lugar recomienda una ingesta de legumbres de una ración al día, con un mínimo de cuatro semanales. Un importante aumento con respecto a la frecuencia planteada en el informe de 2019, que oscilaba entre dos y cuatro. Las legumbres tienen muchas cualidades que las hacen recomendables, como su contenido en fibras. También su valor proteico, aunque alejado de la calidad de otras proteínas animales, ya que no disponen de determinados aminoácidos fundamentales, que sí contienen las carnes. Su valor medioambiental es muy destacable, al contribuir de forma directa al enriquecimiento de los suelos, por su alta capacidad de retención de nitrógeno. Por supuesto, es una excelente alternativa para los agricultores, ya que son cultivos rústicos y resistentes; o lo sería si los márgenes fueran suficientes, algo hacia lo que quizás se pueda avanzar en los próximos años, en el contexto de la nueva Política Agraria Común.

También el pescado y los mariscos suponen una parte importante de la dieta, con tres raciones a la semana. En el caso de la carne la recomendación es similar, con un máximo de tres, ligeramente inferior a las cuatro propuestas tres años atrás. Los lácteos son otros de los productos damnificados, para los que se pide moderación. En este caso, pasando de tres raciones diarias a que sean tres como máximo.

Las frutas y hortalizas son, por supuesto, el plato fuerte. Cada día, dos o tres raciones de frutas y, al menos, tres de hortalizas. Otros alimentos que también debemos mantener en nuestra dieta son los cuatro huevos a la semana y entre tres y seis raciones de cereales diarias; eso sí, preferiblemente integrales. Y no nos olvidemos de los energéticos frutos secos que, siempre que sean crudos y sin aditivos, pueden llegar a suponer una ración diaria. Por supuesto el aceite de oliva como argamasa de esta construcción alimentaria, crudo o para cocinar.

En definitiva, haciendo la cuenta de la vieja, en total podemos consumir al día hasta quince raciones, solo entre los productos diversos mencionados, unas cinco en cada una de las tres comidas. No está mal, qué duda cabe que con hambre no nos vamos a quedar. Quizás demasiado alimento para un solo día, y eso sin contar que las excepciones confirman las reglas y que de cuando en cuando algún caprichito siempre cae; porque a nadie le amarga un dulce, o un buen embutido, aunque solo sea como antojo.

Por otro lado, cuesta entender que este organismo recomiende la reducción del consumo de carne o leche por su impacto en el medioambiente; un análisis que, a priori, no parece competencia de una agencia de nutrición ni del perfil científico de los miembros de su comité. Cierto es que está muy alineado con la línea ideológica actual que sobre esta cuestión mantiene el Ministerio del que depende. Controvertido asunto, que está lejos de resolverse en el debate científico, a pesar de este informe, aunque en el político social, parece que ya se ha dictado sentencia.