Más cordero y menos lana

Si bien es cierto que el importante mercado libio sí se ha visto afectado por el caso mencionado, no lo es menos que ha sido compensado por el tirón de Arabia Saudí y Jordania, de acuerdo con la información hecha pública por la asociación interprofesional del ovino y del caprino (Interovic). En menor medida, otros países como Oman, Qatar o Kuwait también han contribuido a que este mercado sea el segundo destino de carne de cordero española, solo por detrás de Francia.

El único pero que se puede poner es que, al ser exportaciones de animales vivos, el margen es bastante menor que cuando se trata de canales o despieces y no puede sacar partido la potente industria española. En todo caso, se trata de una circunstancia que no se va a poder alterar, dada la necesidad que tienen estos países de sacrificar según el rito musulmán. Un proceso que no se puede garantizar en España, salvo en muy pequeña escala, orientada al consumo local de población musulmana.

Los productores de merina también aprovechan esta singularidad estacional del mercado para exportar animales vivos. Pero como el ovino no solo es carne y leche, se esfuerzan por sacar el máximo partido al histórico mercado de la lana; eso sí, muy devaluado por el desarrollo de fibras sintéticas.

Según los últimos datos disponibles, en 2017 se produjeron en Europa alrededor de 240.000 toneladas de lana, un 12% de la producción mundial. De esta cantidad, cerca del 10% se obtuvo en nuestro país, y más de las tres cuartas partes se vendieron a China, sin transformar y a muy bajo precio.

Es un sector que en estos últimos días ha estado de actualidad, por dos motivos. El primero de ellos porque un grupo de jornaleros uruguayos han dado positivo en coronavirus, en concreto con la temida cepa brasileña. Una circunstancia derivada de la tradicional entrada de jornaleros de Latinoamérica que vienen a España en la época del esquileo. Se trata de una actividad bien pagada, pero que en nuestro país se ha ido abandonando y ya no hay suficientes profesionales que la puedan y quieran realizar. Esto es debido a su estacionalidad y a la dureza y dificultad de la misma, que requiere de expertos que garanticen el adecuado trato al animal y cuidado de la fibra.

En segundo lugar, hace unos días se celebró el primer Día Europeo de la Lana, promovido por la Fundación para el Intercambio Europeo de Lana. Una iniciativa relevante para poner en valor un producto reutilizable, reciclable y cien por cien biodegradable, pero que en gran medida se trata como residuo y se elimina. Solo se vende una pequeña parte, pero a precios marginales, lo que genera un mercado en nuestro país de 12-13 millones de euros; muy poco para disponer de la segunda mayor cabaña de ovino europea. Pero no es así en todos los países. Por ejemplo, Australia, con una enorme cabaña de ovino, ha sido capaz de mejorar la genética de los animales para producir una lana de alta calidad, lo que les ha permitido desarrollar un mercado de valor.