La guerra de Ucrania deja de primar al cereal de invierno en Extremadura
Crisis. El sector esperaba que los precios subieran por la falta de producto ante la invasión de Putin; sin embargo, los productores siguen recibiendo unos ingresos mínimos
Celestino J. Vinagre
Sábado, 3 de febrero 2024, 20:35
Este año he plantado lo justo. Lo necesario para continuar con la rotación de cultivos. Y no ha sido por la previsión de falta evidente ... de agua. Ha sido porque el mercado de precios no es atractivo». Gonzalo Morcillo, de 30 años, es un agricultor dombenitense representante de una cuarta generación de cerealistas de las comarcas de las Vegas Altas del Guadiana y de La Serena. Tanto de cereal de secano –en Mengabril– como de regadío, en el municipio dombenitense.
Un centenar de kilómetros al sureste regional, en la Campiña Sur, Cándido Méndez afina el diagnóstico en el granero clásico de Extremadura. «Esto es inviable. No salen las cuentas de ningún modo», remata el presidente de la cooperativa AgroLlerena y Comarca. La Campiña Sur, comarca cerealista de secano en Extremadura, empieza a perder la fe en su cereal.
El cereal de invierno (trigo, cebada, triticale, heno...) llamado así por contraposición al de verano, con el maíz como ejemplo característico, germina estos meses de una manera excepcional en los campos extremeños. Tanto las variedades de ciclos cortas como las de ciclo largo.
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Las parcelas, tanto las de secano como las de regadío, ofrecen un verde resplandeciente, que no es solo fachada porque, bajo tierra, la planta ha arraigado muy bien y crece mejor tras un otoño-invierno regado con buenas lluvias y algo de frío, que siempre es conveniente. Solo faltaría un poco de lluvia a partir de febrero-marzo para que no se echara a perder.
Es, en realidad, lo único bueno a lo que se agarra ahora el sector cerealista extremeño, porque ni el contexto de los mercados ni la propia situación de este subsector en Extremadura da para mucho margen a la esperanza. Ni en nuestra comunidad ni en el conjunto de España. Y todo llega después de una última campaña que, oficialmente, se declaró como la peor de todo lo que llevamos de siglo en cuanto a producción.
En España, los cereales suponen más del 60% de la superficie total de cultivos herbáceos. En lo que no se ha cambiado es que España sigue siendo un país eminentemente deficitario en cereales. Consume mucho más de lo que produce. Ni siquiera en los mejores años, climatológicamente hablando, esa evidencia ha cambiado. Así ha sido en los últimos cuarenta años.
En regadío, se pone lo justo para cumplir con la obligada rotación de cultivos
Ciclos medios
«Aquí ponemos trigo porque lo hacemos desde siempre y porque este año no vamos a poner maíz, que está mucho peor. Pero sinceramente la gente de regadío va a plantar lo justo, porque hay que hacerlo. Para cumplir con la rotación de tierras. Esto no pasó hace dos años. Entonces sí que resultaba atractivo de precio y había menos agua. Entonces el agricultor, al menos el de regadío, lo puso porque quiso», reafirma Morcillo.
En el paraje La redondilla, a unos cuatro kilómetros del casco urbano dombenitense, Gonzalo cultiva diez hectáreas de trigo. Es de la variedad tocayo, de ciclo medio-largo que se presenta con producciones elevadas y estables en el regadío. Y de reconocida calidad.
«Ahora mismo está muy bien la parcela. Como tiene que ser. El agua de este año ha sido muy bien recibida. Quizás un poco más de frío hubiera sido mejor, pero no hay nada que objetar en cuanto al crecimiento», señala el agricultor dombenitense.
A unos pocos kilómetros, en Medellín, también tiene otra parcela con trigo sembrado y, ya en secano, en la localidad de Mengabril, a unos 7 kilómetros de Don Benito.
«Somos cerealistas de cuarta generación y lo seguiremos siendo. Para los que tenemos hectáreas en regadío nos viene muy bien para rotar cultivos y para años en los que pintan bastos para disponer de agua para otros cultivos», cuenta.
«Este año, por ejemplo, parece que nos podemos más o menos apañar para la campaña de riego, pero prefiero dejar de usar agua para el maíz y no sembrarlo y reservarla para el tomate. Para el trigo se necesita poca agua y los gastos son menores. Eso es lo bueno, pero ya está. Por precio no compensa casi nunca», ratifica.
Señala que según sus últimas informaciones la tonelade trigo se estaba pagando a 240/250 euros, un precio «irriosorio, insostenible», tercia con rotundidad Cándido Méndez.
Este productor natural de la pequeña localidad de Casas de Reina, aunque afincado desde hace años en Llerena, insiste en que el cereal de secano «está muy tocado en la Campiña Sur» y el desánimo es tan palpable que «quien puede, dejar de sembrar, aunque nos alegremos por cómo están ahora los campos».
Sin esperanza
«Si es que además ni puedes alegrarte por ello. El año pasado por estas fechas estaban igual de bonitos y al final fue un puro desastre», culmina en otro arranque de análisis pesimista, aunque Méndez subraya prefiere catalogarlo como realismo «porque la realidad es la que es. No podemos decir lo contrario. Hace dos años parecía que con la guerra de Ucrania esto iba a cambiar a mejor, pero nada de nada».
Todavía se desconoce la estadística de hectáreas sembradas de cereal de invierno de cara a esta campaña, pero se da por hecho que va a seguir en la misma línea de los últimos años.
Según los datos oficiales que maneja el Ministerio de Agricultura a través de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos, en 2023 el número de hectáreas de cereales no llegó a los cinco millones de héctareas ( 4.948.110, exactamente) mientras que en regadío la superficie destinada al cereal en regadío se quedó en 766.341 hectáreas. En total, 5.714.451 hectáreas en el conjunto del país. El año anterior, en 2022, ese total se quedó fijado en 5.946.040. Es decir, ha habido 231.589 hectáreas menos.
En el caso extremeño, en 2023 fueron 230.879 hectáreas, un leve repunte respecto a 2022, cuando fueron 227.191 hectáreas entre secano y regadío. Sin duda, un efecto lógico del tirón que tenía el cereal en aquellos momentos por dos motivos.
El primero, que los cultivos de regadío arrastraban la falta de agua para una campaña medio normal, y se optó por dejar de plantar hectáreas en beneficio de trigo o cebada, con menos consumo y también mucho menos gastos.
Una sequía que no solo impactó de lleno, hay que recordar, en los regantes extremeños, sino también en los de secano. «En la Campiña no se pudo cosechar nada para comercializar. Quien pudo meter las máquinas lo hizo para coger semillas para otros años. Fue un auténtico desastre», subraya Cándido Méndez.
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El segundo motivo es que aún persistía la esperanza de que el conflicto bélico abierto por Rusia invadiendo Ucrania en febrero de 2022 impulsara al cereal nacional. Eso sucedió unos meses, se reactivó la plantación de cereal en España animada por unos precios altos pero fue flor de un día.
La guerra
«El problema gordo al se enfrentó la UE y, sobre todo España, era la falta de grano para alimentación animal, sobre todo. Ucrania es tradicionalmente un gran exportador de cereal a la UE; y España, un gran importador», explica.
«Hubo un tiempo en el que los rusos no solo provocaron daños en las parcelas ucranias de cereal sino que no dejaron salir los barcos cargados con granos de maíz y trigo al mercado de la UE. Pero ese problema ya no existe. Los barcos entran y no solo de Ucrania sino de otros países. Ya no hay riesgo de desabastecimiento».
Los números dicen que en dos meses y medio de comercialización de cereal de la pasada campaña España había importado el doble de trigo que la campaña del año anterior. «Aquí está entrando cereal sin problemas, sin una trazabilidad rigurosa. Y a un precio en origen que para esos países les garantiza una rentabilidad que los productores extremeños o españoles no tenemos», agrega el presidente de la cooperativa Agrollerena y comarca.
«El cereal, sobre todo el de secano, está tocado de muerte si nadie hace por cambiar esta realidad. No tiene futuro», lamenta Méndez.
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