«No puedo ser indiferente a alguien que lo pasa mal»
Colabora con Manos Unidas de Badajoz explicando a los jóvenes su experiencia de 30 años en África Carmen Morales Misionera de las Religiosas de la Asunción
A. GILGADO
Viernes, 10 de febrero 2012, 04:46
A Carmen Morales se le puede definir de muchas formas. Misionera, por sus 30 años en África; religiosa, por pertenecer a la congregación de la Asunción; o viajera, por sus continuos viajes en aquel continente. Pero al escucharla, el matiz que más sobresale de su discurso es el de educadora. Firme defensora de que el único camino que le queda a África para avanzar pasa por la educación. Las revueltas de la primavera árabe avalan su teoría de que con una sociedad más formada los corruptos y los déspotas tienen menos cabida. Ayer tuvo un día intenso en Badajoz. Colabora estos días con la campaña de Manos Unidas para hacer ver a la gente la valiosa ayuda que prestan en África.
A primera hora charló con los alumnos de bachillerato de los Salesianos y después se pasó por el Bioclimático. Lleva en África 33 años. Primero en Costa de Marfil, después en Burguina Faso y siguió en Togo, Camerún y El Congo. Ahora se ha tomado un tiempo para meditar si vuelve.
-La pregunta se la han hecho esta mañana varias veces los alumnos ¿Por qué se fue a África?
-Mis padres eran muy cristianos y siempre me trasmitieron que había que preocuparse por los más necesitados. Después entré en un colegio de La Asunción y ese sentimiento se acentuó. Yo no puedo hacerme la indiferente a alguien que lo pasa mal.
-¿Cómo ha sido su trabajo allí?
-Las Religiosas de la Asunción trabajamos mucho la educación. No solo en la enseñanza. Si trabajamos en un pueblo formamos a la gente y en un dispensario de medicinas nos preocupamos de que los pacientes aprendan a prevenir enfermedades.
-¿Qué ha cambiado durante este tiempo en África?
-He notado que se ha desarrollado un espíritu crítico que quizá antes no había. Los jóvenes ya no tienen el conformismo de otras generaciones. Protestan más y se rebelan. Y en eso tiene mucho que ver la educación. Están más formados y no se les manipula tan fácilmente.
-¿Y aquí en España nos seguimos acordando de ellos?
-Manos Unidas, por ejemplo, ha hecho un trabajo de sensibilidad muy grande. La gente sabe que la ayuda llega a estos sitios y el bien que se hace.
-¿Dónde se nota más la diferencia entre una cultura y otra?
-Ellos tienen una alegría de vivir contagiosa. Arrastran problemas gravísimos y siguen sonriendo. No pierden las ganas de cantar y de bailar. En nuestro país, gente con esos mismos problemas estarían tristísimos. Allí no. Siguen con vitalidad.
-Sobre la aportación de occidente a los países más necesitados se han escrito ya muchas teorías. Y en muchas no salimos demasiado bien parado.
-Nosotros podemos aportar medios materiales, pero la única manera de que África salga adelante pasa por ellos mismos. Es necesario que se fragüen líderes reales. Y vuelvo de nuevo a la educación. Este tipo de personalidades se forja formando y educando.
-¿Y por qué tardan tanto en emerger?
-Ya ha habido ejemplos claros. Nyerere, en Tanzania. Hizo una revolución social importante. Estableció escuelas con huertas y garantizó la supervivencia de todas las comunidades para que no dependieran de otros países. Lo de Mandela ya lo conoce todo el mundo y Kerekou, en Benín, se retiró del poder porque entendió que era mejor para su país. Luego lo volvieron a votar. La primavera árabe va en esa línea. Se ha prendido el fuego y ha saltado. A medida que la educación avanza las sociedades se organizan y son más críticas.
-A las multinacionales farmaceúticas se les responsabiliza de no querer acabar con algunas enfermedades de África.
-Eso es una realidad, pero el problema no termina aquí. Yo vuelvo a la educación. También hay que enseñar a la gente, por ejemplo, que los mangos hay que lavarlos antes de comerlos.