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OPINIÓN

Ignorancia

«No teman a la ignorancia, pues ignorantes somos todos. Lo único que nos diferencia de los estúpidos es que ellos no tienen solución mientras los demás podemos combatir el desconocimiento con las armas de que disponemos»

ENRIQUE FALCÓ

Domingo, 2 de mayo 2010, 02:18

LA ignorancia es pasajera. La estupidez permanece impasible y no hay, a día de hoy, cura conocida. La ignorancia es atrevida y peligrosa, pero puede corregirse con el tiempo. Nadie nace sabiéndolo todo y es voluntad propia y un derecho inalienable de todo hombre o mujer, que diría Stan (Loreta), de la vida de Brian, el trabajar con ahínco para paliarla lo máximo posible. La ignorancia puede definirse vulgarmente como la ausencia de conocimientos, ¿Por qué no? Como diría Albert Einstein: «Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas». No debemos sentirnos avergonzados por tanto de la ignorancia, sino de no intentar ganarle la partida. Para vencer la ignorancia nada como el deseo de aprender siempre cualquier cosa, evitar cerrarse a lo que desconocemos, y lo más importante, no dar nunca nada por sabido. Leer ayuda mucho en ese trámite; ya sea lectura histórica, de aventuras, de ciencia ficción, de amoríos, de humor también, ¡por supuesto! En cada, libro por muy simple que pueda parecer a primera vista, hay un trocito de saber deseando achicar la ignorancia de nuestra sesera. La prensa es fundamental. Mis padres me enseñaron desde pequeñito que si quería ser una persona decente y medianamente culta tenía que leer el periódico todos los días, saber qué es lo que pasa en mi ciudad, los problemas de mi país y del resto del mundo. Jamás me dijeron a tan temprana edad cosa más cierta y a la vez más práctica y útil. «En mi casa no hay costumbre de comprar el periódico», he escuchado cientos y cientos de veces (en su casa dirán cienes de veces). Ahí no hay posibilidad de amnistía. La ignorancia vencerá siempre. Una lástima.

Aún así, hoy en día existen muchas herramientas a nuestra disposición muy completas que antes no teníamos. ¡Qué voy a decir de Internet! Si la televisión es el invento del siglo XX, Internet sin duda va a cambiar para siempre el siglo XXI. La radio también ha estado siempre ahí y, junto a Internet y la prensa, realiza una labor encomiable en la lucha contra la ignorancia y, sobre todo, el aburrimiento. La ignorancia efectivamente produce aburrimiento, por eso debe empujarnos a aprender. Aprender cosas estimula los sentidos y fortalece y cultiva el espíritu. Una persona con ganas de aprender y siempre abierta a nuevas experiencias no podrá aburrirse en la vida. ¡Que pena, la cantidad de personas que se aburren los días que no tienen que ir a trabajar! Los ignorantes que luchamos contra la ignorancia nunca tenemos tiempo para perderlo aburriéndonos como tontos. Siempre hay libros por leer, películas que visionar, programas de televisión y radio por ver y oír. Lugares que visitar. Amigos de toda la vida por descubrir. En definitiva, cosas por aprender. También hay situaciones en las que la ignorancia es una fuente de placer. «En la amistad y en el amor se es más feliz con la ignorancia que con el saber». Esta frase es nada menos que de William Shakespeare, pero no la comparto. Un servidor opina que hay que ir siempre con la verdad por delante, y nada de 'ojos que no ven corazón que no siente'. Yo quiero sentir, todo, lo bueno y lo malo. No quiero ser feliz creyendo que me quiere quien en realidad me detesta o traiciona.

El motivo de que hoy les hable tanto de la ignorancia es que, como decía al principio, no es lo mismo ser un ignorante que un estúpido. Otra vez cito a Albert Einstein: «Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro». Como me hubiera gustado tomarme algunas cervezas con él, está claro que era un cachondo mental. Por lo tanto ya saben. No teman a la ignorancia, pues ignorante somos todos. Lo único que nos diferencia de los estúpidos es que ellos no tienen solución mientras los demás podemos combatir el desconocimiento con las armas de que disponemos. No tengan miedo a aprender, ni a preguntar, ni a quedar como un tonto. Quien suscribe sopló ayer 32 velas en el pastel de cumpleaños. Está claro que aún me quedan millones de cosas que aprender. Tengo que cometer en mi vida aún miles de errores de los que aprenderé una valiosa lección, pero jamás podrán decir que me he rendido ante la estupidez. Seguiré combatiendo mi ignorancia leyendo, escuchando, aprendiendo de los que saben lo que yo desconozco, no importándome ni su edad ni el grado que me una a ellos. Con humildad, con paciencia, con muchas ganas de aprender sobre todo. Quede para la historia y que este documento así lo certifique, que a mi modo de ver las cosas, el mundo se divide entre ignorantes y estúpidos. Ni que decir tiene que me declaro simpatizante activo de los del primer grupo, y espero que ustedes también. Nunca es tarde si la dicha es buena. Ojalá dentro de 32 años más siga contándoles desde las páginas de HOY como llevo mi particular duelo con la ignorancia. Parece mentira, 32 años ya, y hace tres días como quien dice estaba comiéndome los mocos. Voy a confesarles algo. Ayer, mientras me miraba al espejo me dije a mí mismo mirándome a los ojos: «32 años han pasado compañero». La voz proveniente del otro lado de la vidriera me dejó totalmente desconcertado: «Pues yo te veo igual que siempre». ¡Que cosas! ¡A ver si va a ser verdad que me estoy haciendo viejo!

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