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¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
Diogo vive en Badajoz pero ayuda estos días a sus abuelos en una tienda de recuerdos. :: J.V. ARNELAS

Extremeños en Fátima: Diogo ayuda a sus abuelos en la tienda de recuerdos

Miles de peregrinos, muchos llegados desde la región, llegan a la basílica para asistir a la visita del Papa Francisco

Evaristo Fdez. de Vega

Jueves, 11 de mayo 2017, 23:23

Diogo Duarte Almeida llegó a Fátima el 4 de mayo. Nieto de portugueses, sus abuelos regentan desde hace décadas una pequeña tienda de recuerdos en las Praçetas de Sao Jose. El local apenas tiene un par de metros de fachada, pero está ubicado en el ala izquierda de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, el lugar en el que esta noche se reunirán cientos de miles de personas para escuchar el mensaje de paz que traerá el Papa Francisco.

Diogo ya había visitado en otras ocasiones el pueblo de sus abuelos, pero estos días están siendo muy especiales para él. Nacido en Portugal, desde el año 2006 reside en Badajoz. Su corazón vive en la frontera, una equidistancia que le permite observar lo que acontece en Fátima con cierta perspectiva.

Por su negocio ya ha pasado un matrimonio de Salvatierra de los Barros (Badajoz) y a poco más de un kilómetro de su tienda, en la Casa de Espiritualidad de los Misioneros Claretianos del Inmaculado Corazón de María, se aloja la familia de Diego Lamoneda, que ha viajado desde Almendralejo (Badajoz) para asistir a la canonización de los pastorcillos. La afluencia de peregrinos a Fátima durante el día de ayer fue constante. Por las carreteras que rodean la localidad llegaron a pie cientos de grupos procedentes de toda Portugal. Sus estandartes, sus cruces, sus camisetas azules y sus cantos marianos presagian unas jornadas históricas.

Muchos de los que ayer entraron gozosos en la plaza de la basílica han escuchado contar a sus abuelos que la Virgen de Fátima se apareció ante sus ojos. «Yo lo escuché en casa de mis abuelos, ellos vivieron en los años de las apariciones», recordaba ayer Manuel Antúnez Almeida, el abuelo de Diogo.

Mientras hablaba en un español casi perfecto, el cielo de Fátima era sobrevolado por un helicóptero de la Policía. Las pasadas de la aeronave eran frecuentes y la Guardia Nacional Republicana se hacía visible en cada punto de interés. No hay una esquina en Fátima en la que falte un agente y los vehículos de emergencias recorren las calles de forma continua. Al lado de la basílica, detrás de la columnata, un hospital de campaña atiende a los peregrinos que tienen algún problema. También hay un autobús con podólogos listo para ayudar a quienes tienen los pies destrozados.

Pero poco importa ese despliegue a los peregrinos que ya han aterrizado. Desde el miércoles por la mañana medio centenar de mujeres esperan en la explanada de la basílica el aterrizaje de Francisco. Colocaron sus sillas en primera fila a las once de la mañana y desde entonces aguantan estoicas una lluvia intermitente que cae en tromba durante un par de minutos para luego parar.

Diogo ya ha vendido estos días varias piezas de cera con formas humanas. Son bebés y niños, manos y pies que luego se ofrecen a la Virgen para arder en una pira que representa el nacimiento de un hijo deseado o una curación difícil. «Unos lo hacen agradecidos y otros con la esperanza de que se puedan cumplir sus deseos».

A las 18.30 horas de ayer (hora portuguesa) se celebró la misa del peregrino, donde se escucharon unos cantos gregorianos que hacían recobrar la fe incluso a quienes nunca se han cruzado con ella.

Este viernes, a las 16.20 horas, aterrizará el Papa Francisco en la Base Aérea de Monte Real. A las 16.35 se encontrará con el presidente de la República y a las 17.35 llegará en helicóptero en el Estadio de Fátima para iniciar el recorrido hasta la Capilla de las Apariciones.

Luego se retirará y a las 21.15 horas entrará en el recinto de oración de nuevo para bendecir las velas. Comenzará entonces la procesión de las antorchas más masivas que Fátima recuerde jamás.

La jornada terminará con una misa y una procesión en silencio. Un silencio que difícilmente se podrá mantener durante una noche en la que Fátima guardará vigilia para asistir a la canonización de Francisco y Jacinta, los dos niños videntes que, junto a Lucía, hicieron de este rincón de Portugal un lugar donde la fe ilumina de un modo especial.

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