«Es mejor que se vaya»
El alcalde insiste en que es una persona libre y no le pueden echar del pueblo
Sergio Lorenzo
Jueves, 26 de enero 2017, 23:54
«No sé si podrá hacer algo! Pero es un peligro para todas! O tendremos que esperar hasta que viole a alguien más? Pásalo y a ver si entre todas conseguimos que se marche del pueblo! Estaría bien que alguna asociación de mujeres de la localidad tomara la iniciativa y realicemos algún tipo de protesta para que se marche!! Pásalo!!! Por todas las mujeres!! Madres, hijas y abuelas!!». El mensaje de whatshapp corre como la pólvora de móvil a móvil entre las vecinas de Valencia de Alcántara, localidad cacereña de 5.646 habitantes que se encuentra junto a la frontera de Portugal.
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¿Por venganza?
Las mujeres se están movilizando y junto al mensaje añaden una fotografía reciente de Arlindo Luis Carbalho,el violador de Pirámides, que ha vuelto al pueblo en donde se crió, después de cumplir 20 años de condena por violaciones que cometió en Madrid desde que tenía 23 años.
«Él ha regresado al pueblo, en donde está su madre -explica un vecino que no quiere dar su nombre-, pensando que nadie iba a saber que estaba aquí; pero ha hecho mucho daño y le han descubierto. Es mejor que se vaya, para que no pase nada. Si se va aquí al lado, a Portugal, nadie sabe nada de él y puede rehacer su vida».
El 8 de febrero Arlindo cumplirá 52 años. En Valencia de Alcántara no cometió delito alguno. «Él fue aquí una víctima de lo que ahora está tan de moda, el acoso escolar».
Nació en una pequeña aldea de Portugal, en San Julián, que está a pocos kilómetros de Valencia de Alcántara. Su familia se parecía a la de los protagonistas de la película Los Santos Inocentes, basada en la novela de Miguel Delibes, vivían en una especie de choza. Cuando Arlindo era pequeño la familia prosperó al dejar el campo para llegar a Valencia de Alcántara, en donde los padres eran los guardeses de la iglesia de Nuestra Señora de Rocamador.
El niño, que casi sólo hablaba portugués, empezó a ir a la escuela y allí sus compañeros se reían de él porque era pobre. Cuando se transformó en el más terrible violador en serie de España, en el juicio llegó a decir que violaba a las mujeres jóvenes para vengarse de las muchachas que se reían de él en el instituto. Cuando se instaló en Madrid volvió de vez en cuando al que consideraba su pueblo, sobre todo a sus fiestas, algunas veces con su mujer y su hija pequeña. A la segunda hija no la trajo ya que nació cuando él estaba en la cárcel.
Ayer, los periodistas que preguntaban a los vecinos se encontraban con la respuesta indiferente de la mayoría ante los micrófonos; pero luego, sin grabadoras, comentaban: «Lo mejor es que se vaya».
El alcalde, el socialista Alberto Piris, un joven activo, atendió a los periodistas cuando terminó, a las siete y media de la tarde, una reunión de la mancomunidad Sierra de San Pedro que preside. «Nosotros no podemos impedirle que resida aquí. Él ha cumplido con su condena y ahora mismo es una persona libre, como cualquier otro ciudadano, amparado por el artículo 19 de nuestra Constitución, que establece que los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio. Por lo tanto, nosotros no nos podemos oponer a que esté aquí», dice Piris en una declaración institucionalmente intachable. Lo que lamentaba es que en España se conozca ahora a Valencia de Alcántara como el sitio en donde vive un hombre que fue un monstruo, «y no sea conocido por sus dólmenes, por su barrio gótico, por sus paisajes...».
Confirmó que Arlindo está de nuevo en su pueblo desde el sábado, una vez que le han dejado en libertad. «Me lo dijo la Policía Local, y hablé con la Guardia Civil y la Policía Nacional. En algunos vecinos hay cierto temor, y quizá sea lógico; pero no podemos echarle».
Al preguntar dónde está el violador, todos señalan la casa de la madre: una humilde vivienda de una planta, con una puerta y dos ventanas en la fachada en la que hay una imagen de la Virgen. Cuando los periodistas llaman, la madre no abre y les dice en portugués que se marchen. Al indicarle que sólo quieren hablar con su hijo. Ella dice «¡No está! ¡No está!». Pero nadie le cree. Todos se imaginan dentro de la casa, escondido, agazapado, al hombre que un día fue un monstruo.