Don Guido el rentista
Desde ayer, 3.000 pymes extremeñas pueden pagar más alquiler
J. R. Alonso de la Torre
Viernes, 2 de enero 2015, 07:53
Sale de casa cuando el sol empieza a calentar en invierno y antes de que empiece a calentar, en verano. Recorre los parques de las ciudades extremeñas, toma café donde siempre y a eso de la una se deja caer por ese bar, también de siempre, donde a esa hora salen de la cocina los pinchos que le gustan. Se va a comer a una hora fija. Duerme siesta, lee la prensa y merienda. Hace recados, visita por compromiso (un pésame, una consuegra enferma) y se retira a una hora prudente. Cena, ve la tele, dormita y se acuesta. No hemos hablado de su principal esfuerzo diario: ir al banco, donde revisará las cuentas, vigilará los pagos de las mensualidades y respirará hondo, satisfecho y orgulloso, si todo va bien. Y normalmente, todo va bien.
Con ustedes, Su Majestad El Rentista, personaje imprescindible y consuetudinario de las ciudades extremeñas, rico por antonomasia de la región, paseante habitual de nuestras calles y parques y ser anodino, discreto y mediocre en el mejor sentido de las palabras. En esta tierra, tan poco aventurera en cuestión de negocios, el rentista es nuestro emprendedor más característico: un caballero honrado y conservador que no arriesga ni al tute.
Sus costumbres no han cambiado mucho desde que Antonio Machado cantara a don Guido, «un señor de mozo muy jaranero, muy galán y algo torero; de viejo, gran rezador». Y es conservador no por lo político, que también, sino en lo económico: sus herencias y ganancias («que fue a casarse con una doncella de gran fortuna») las invierte en aquello que le procure beneficio fijo, poco, pero seguro, sin azares ni peligros, no se hará millonario, pero nunca faltarán esas rentas a fin de mes que le permitan vivir como Dios manda («qran pagano, se hizo hermano de una santa cofradía; el Jueves Santo salía, llevando un cirio en la mano -¡aquel trueno!-, vestido de nazareno»). Hoy es un gran día para Su Majestad El Rentista. Hoy, 2 de enero de 2015, sus locales en las mejores calles de las ciudades extremeñas empezarán a rentar libremente. Es decir, después de una moratoria de 20 años, los comerciantes instalados en sus locales de renta antigua tendrán que pagar lo que él estipule. Según la Asociación Extremeña de Trabajadores Autónomos, 5.000 puestos de trabajo y 3.000 pequeñas y medias empresas de Extremadura están en peligro porque los comerciantes han de abandonar sus tiendas si no pueden pagar la subida del alquiler.
La culpa no es del rentista, desde luego, sino de una ley extraña que permitió mantener durante decenios unos alquileres ridículos si se comparaba con el resto de los precios del mercado. Pero eso no quita para que Su Majestad El Rentista sea mirado de soslayo: no tiene buena prensa. Es un símbolo manifiesto de la realidad económica de esta tierra donde se apuesta por lo seguro y el riesgo espanta. En Barcelona o Tarragona, el rico es el empresario inversor. En Cáceres o Badajoz, el rico es el rentista especulador.
No es que los catalanes sean arriesgados y los extremeños timoratos. No. Se trata de algo más profundo, de una manera de entender la vida que se contagia. De hecho, un extremeño trasladado al Penedés (Juan Arroyo, Juan Moya), en cuanto pasa una generación, empieza a desvivirse por invertir en empresa, en negocio. Y viceversa: un catalán trasladado a Extremadura (Calaff, Busquet), en cuanto pasa una generación, se adapta, compra tierras y locales, los alquila y descubre la gracia prudente, cobarde y tranquila de vivir de las rentas: el paseo por Cánovas o San Francisco, la caña, la siesta, el pésame.
Hoy es un gran día para Su Majestad El Rentista. Esperemos que, al ganar más con las nuevas rentas, haga mudanza en su costumbre y emprenda algo más que un paseo buscando nuevos locales que comprar. Si no, lo esperan los versos de Machado: «Buen don Guido, ya eres ido y para siempre jamás. Alguien dirá: ¿Qué dejaste? Yo pregunto: ¿Qué llevaste al mundo donde hoy estás?».