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A las tres de la tarde y en verano, Badajoz se vacía. :: HOY
UN PAÍS QUE NUNCA SE ACABA

Ansia de rebajas y terrazas

Por la mañana, en verano, parece que todo puede suceder

J. R. Alonso de la Torre

Miércoles, 2 de julio 2014, 08:31

En Plasencia y en Cáceres, en Mérida y en Badajoz, en verano, entre las nueve y las dos, parece que todo puede pasar. Luego no sucede nada. Pero eso no importa. Lo que cuenta es esa sensación de inminencia, de que el mundo se ha parado aquí a gustarse y luego despegará camino del infinito y la perfección, de la felicidad absoluta y la plenitud. Pero, no, ya digo, luego no despega. Nunca despega.

En Don Benito y en Almendralejo, en Coria y en Navalmoral, durante las mañanas de verano, la calle vive una intensidad descosida y loca. A falta de actividad fabril, la ciudad se engaña en lo febril: fiebre de gente, de conversaciones, de risas, de saludos, de dos besos y un abrazo. Luego, a partir de las dos, todo decae, la incandescencia se apaga y la provincia vuelve a ser provincia, escenografía novelesca Clarín: «La heroica ciudad dormía la siesta».

¡Qué bonitas son las ciudades extremeñas en verano y por la mañana! Se ven caballeros encorbatados y señoras con blusas y faldas del mismo color, gente antigua, gente a juego, de toda la vida, que se saluda con gestos repetidos y pide disculpas si no saluda: «Perdona, es que no te había visto».

En las esquinas estratégicas de algunas de nuestras ciudades, se colocan estos días los vendedores de picotas con truco, que dentro de unos días empezarán a vender tomates, luego añadirán el melocotón y la paraguaya y acabarán el ejercicio con los melones de Aceuchal y La Codosera.

Los abuelos siguen llevando niños de la mano, aunque ahora no cargan con mochilas, sino con bolsas deportivas para entretener la mañana en el campamento urbano. Antes, entre Clarín y Cela, los niños pasaban las vacaciones en los parques y en los descampados con una pelota o un palo. Ahora, el ocio infantil es un nicho de empleo que ocupa en verano a centenares de monitores... El niño y el nicho... Semántica para un tiempo nuevo.

Están llenas las agencias de viaje, las tiendas de bañadores, los gimnasios y los senderos. La ciudad se pone a punto para las vacaciones y todos preguntan a todos que a dónde van para poder explicarles a dónde van ellos. En la ciudad, en verano y por la mañana, se habla mucho de rebajas, de playas y gargantas, de viajes baratos y de los pinchos de las terrazas.

Otra paradoja matinal: lleno en los senderos y sudor en los gimnasios para dedicarse después a la caza y captura del desayuno más económico y suculento, de la caña más barata con la tapa más grande. Café y tortilla o café y churro a 1.10, anuncia Rafa Hernaiz en su bar. Caña con una bandeja de paella o con seis albóndigas con patatas o con ración de calamares también con patatas a 2 euros en el Al Andalus. Con eso comes. Pero no por eso vas a dejar de comer.

Y es que los propósitos del verano son como sus mañanas: un proyecto, una inminencia, una promesa de todo que luego se sustancia en aire.

Porque llega el tránsito entre la posibilidad y la nada, el rato entre las dos y las tres, y las ciudades se van despoblando, y solo se ven empleados apresurados que salen del trabajo y buscan la sombra con ansias de gazpacho. Cáceres y cualquier localidad extremeña parecen durante esa hora una ciudad en guerra a punto de sonar el toque de queda.

Y suena. En el imaginario colectivo ulula una sirena avisando de que la heroica ciudad se dispone a dormir una siesta que durará hasta el anochecer. Las calles se vacían, no se ve a nadie y a quien se ve, se le nota cariacontecido, con ese gesto que se dibuja en el semblante de los desheredados de la fortuna, de los que han de hacer lo que nadie quiere hacer. Ciudades con mentalidad funcionarial, donde quien no trabaja de 8 a 3 y de lunes a viernes se siente un parias.

Avanza la tarde: ni coches ni gente. La tele. La nada. La siesta. Aguardando el repuntar del anochecer en las terrazas. Resistiendo hasta la mañana siguiente, cuando de nuevo parecerá que todo puede suceder.

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