Puebla, la plaza y Stop, el personaje
PPLL
Domingo, 2 de noviembre 2008, 11:26
Este señor se apellida Stop y eso lo singulariza. Toma café mientras charla. Está tan concentrado en lo que cuenta que no repara en la vida que entra por las cristaleras de la cafetería La Marina. Badajoz repite sus ritos de cada tarde en el Campo de San Francisco: las madres, los niños, los jubilados, los frikis... «En el siglo XVIII, en Badajoz los toros se corrían aquí, en San Francisco, en la zona de Simago». Vicente García Stop es un clásico, de los que pasaron su infancia jugando en los patios de Santa Marina y llama Simago al Eroski Center. «Hace unos años reuní a quienes una vez fuimos niños en Santa Marina, Miguel Celdrán, el alcalde, incluido, y les dimos un homenaje a los tres enemigos de nuestra infancia: Paco Vivas, el carnicero que nos rajaba las pelotas; Juan Cervera, el practicante que nos pinchaba, y Emilio Rodríguez, el fotógrafo que nos obligaba a estarnos quietos». Hemos quedado con el señor Stop para hablar de plazas de toros extremeñas y reivindicaciones, pero la intensidad de su biografía se impone a la magia de la tauromaquia. Vicente García Stop ha escrito ocho libros de los que ha vendido 23.000 ejemplares. Su obra gira en torno al casticismo: las ferias de Badajoz, el club taurino, la Semana Santa, la Pasión, la Virgen María, Valdebótoa, las plazas de toros de Extremadura... ¿Y lo de Stop? «Ahora se escribe Estop, pero originariamente era con ese líquida. El apellido viene de un ingeniero inglés que llegó por aquí con la Guerra de la Independencia y trabajó en las minas de Riotinto. El apellido se perderá conmigo». 'Vicente García, el último Stop', he ahí un título para una biografía. ¿Y lo de la afición taurina? Un sorbo al café, un suspiro y se arranca con los antecedentes: «Yo nazco en Badajoz hace 69 años y mi padre fue uno de los 14 legionarios que sobrevivieron en la Brecha de la Muerte». Como inicio impactante para una biografía no está nada mal. «Mi padre había jugado al fútbol en el Barcelona con el sobrenombre de Mercé. Era de Biscorp (Valencia) y tenía en Vallada una fábrica de sillas que le dejó a sus primas. Ahora hacen allí esas sillas de mimbre tipo Emmanuelle que venden en El Corte Inglés», relata y después, remata: «Mi padre tenía dos laureadas que ganó peleando con Franco en la Ciudad Universitaria y en el Paso del Ebro. También ganó una medalla en el Desembarco de Alhucemas y resultó gravemente herido en el sitio de Stalingrado con la División Azul, pero metió la pierna con metralla en un charco de hielo y se salvó». Vicente se emociona recordando batallas paternas, pero se recupera para hablar de plaza de toros. «Mire, esto es una vergüenza. Tenemos la plaza de toros más antigua de España (o sea, del mundo), que está en Puebla de Sancho Pérez, pero ni en Puebla ni en el resto de Extremadura se mueve nadie para que ese dato sea tenido en cuenta. Hay una Asociación de Plazas Históricas donde están las de Béjar (1711), Campofrío (1718) o Almadén (1765), que son muy posteriores a la de Puebla, pero en Extremadura ni siquiera se ha solicitado que nuestra plaza, la más antigua, pertenezca a esa asociación. Sería una magnífica promoción». Los archivos de Puebla de Sancho Pérez desaparecieron en la Guerra Civil y es difícil recabar datos. «En La Parra también hay una plaza medieval, pero su alcalde mandó quemar tras la Guerra Civil lo que él consideraba papeles inútiles: la historia de su plaza de toros y el Fuero del Ducado de Feria», denuncia Vicente. Párvulo en África Vicente, antes de escribir su «Historia de las plazas de toros de Extremadura», fue párvulo en África, y lo demuestra recitando en árabe del uno al diez. Fue después monaguillo en el convento de las adoratrices de Badajoz, seminarista hasta que descubrió que las mujeres eran su perdición y emigrante en Alemania. «El jefe de emigración era primo de un amigo. Nos juntamos cinco, le pedimos que nos enviara al mismo sitio y nos lo concedió previo regalo de cinco cañas de pescar», recuerda. Así acabó en una fábrica en Kassel, a 25 kilómetros. de la Alemania Oriental. Se enteraron de que era futbolista y lo ficharon para el equipo de la fábrica, el Kassel, de segunda división. «Jugué contra el Hamburgo de Uwe Seler en la Copa y un medio centro de la selección alemana, Morlock, me abrió esta brecha que tengo en la cabeza». Gracias a la convalecencia de la brecha aprendió alemán, lo ascendieron a gruísta y allí, a 30 metros del suelo, dio la noticia de la muerte de Kennedy a sus 30.000 compañeros de la macrofábrica. «Lloraban e imploraban: 'Otra guerra, no'. Pero daba miedo, al día siguiente pasaron por Kassel 250.000 soldados camino de la frontera con el Este». Al hablar y escribir alemán y tener dos días de libranza por lo del fútbol, se decidió a montar una gestoría para españoles que fue un éxito. «Llegué a casar por poderes al famoso gitano de Badajoz Manuel Suárez Salazar con Dolores, la madre de sus ocho hijos. Al casarse, la nómina se le multiplicó al llegar ocho hijos de pronto: 4.000 marcos de los años 60. Lo casó el padre Pérez, de Zaragoza, que ya gastaba barba y gorra como la del Che y luego se fue a la selva colombiana y se convirtió en un cura guerrillero. Manuel trabajó muchos años en el Casino de Badajoz y me defendía como si fuera mi guardaespaldas». Vicente se casó y regresó a España. Ahora regresa a las plazas de toros. «La Asociación de Plazas Históricas lo que quiere es sacar dinero y no se preocupan de admitir más plazas ni de dejar claro que la de Puebla de Sancho Pérez es la más antigua. Se escudan en que al estar junto a un santuario, la de Puebla no se puede considerar plaza de toros. Pero eso no se sostiene. En primer lugar, porque las plazas de toros y las corridas eran antes un privilegio de la iglesia y en segundo lugar, porque la plaza de Béjar, que ellos consideran la más antigua, también está junto a un santuario». Resulta curioso observar a este hombre de apellido británico apasionándose en defensa de una plaza de toros, decana mundial, por cuya privilegiada categoría no se preocupan demasiado ni la Junta ni el propio ayuntamiento de Puebla de Sancho Pérez. «He entregado un dossier con el tema en el Patronato de Tauromaquia y me han dicho que lo habían entregado en la consejería, pero yo no sé nada. Igual, como quien más se preocupa por reconocer la plaza de Puebla es un concejal del PP que tiene un albergue al lado...» Vicente deja los puntos suspensivos sobre la mesa. Apura el café, recuerda que su padre jugó al fútbol en el Metz y el Nancy, que sus pertenencias están en el Museo de la Legión junto a las de Millán Astray... Salta después a lo taurino, a la desidia, a la indolencia: «Nadie me ha dicho si la plaza de Puebla es monumento nacional». Finalmente, se resigna, dirige su mirada castiza al Campo de San Francisco y anuncia su último proyecto: «Voy a escribir la historia del convento de las adoratrices». Allí empezó la biografía de Mr. Stop. Entonces sólo era monaguillo.