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¿Qué ha pasado hoy, 18 de abril, en Extremadura?
La maqueta tiene su propia iluminación controlada por un cuadro que permite encender y apagar al gusto./ MARISA NUÑEZ
Guadalupe busca su sitio
Maqueta del monasterio a escala

Guadalupe busca su sitio

Un delineante cacereño concluye, cinco años después de comenzarla, una prodigiosa maqueta del Monasterio, pero no tiene un sitio en el que mostrarla al público

ANTONIO JOSÉ ARMERO

Miércoles, 30 de julio 2008, 14:27

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Vicente Ruiz tiene 62 años, es delineante, trabaja para la Junta y dice que nunca jamás se ha tumbado en un sofá con los pies en alto. Cuando se dan las condiciones para echarse a no hacer nada, a dejar que el tiempo pase, él se va con sus maquetas. Y sus maquetas son un mundo que sorprende a cualquiera que no lo conozca. Él está habituado, todo le parece sencillo, pero a ojos de quien no ha pasado de los trabajos manuales más o menos logrados, su mundo de maquetas es una sorpresa continua.

La última creación de Vicente Ruiz es el Monasterio de Guadalupe en miniatura, a escala 1:125. Reposa sobre la mesa de su taller, una pequeña habitación dominada por un desorden ordenado. Es el refugio del autor, una sucesión de estanterías todas repletas: fotos, materiales, carpetas, herramientas, piezas... «El cutter es mi gran amigo del alma», bromea Vicente, que no es un ocioso que juguetea con los recortables en sus ratos libres, sino un delineante conocido en Cáceres, que aborda cada maqueta desde una óptica profesional, respetando cotas, alturas, dimensiones y haciendo planos antes de empezar a darle forma a su idea. El principio es insalvable: si no se parece de verdad a la realidad, no vale. «Son medidas exactas -ilustra el experto-, recogidas en los planos igual que si fuera un edificio de verdad, y si esos números no cuadran en la maqueta, la maqueta no vale».

En la reproducción del Monasterio de Guadalupe empezó a trabajar en febrero del año 2003, y terminó el pasado mes de mayo. O sea, cinco años y tres meses. Entre medias, más de cuatro mil horas repartidas en mañanas, tardes y noches, en el taller, en casa mientras ve una película o en el chalé. «Maquetas, maquetas, maquetas, nada más que quiere maquetas...», relata su mujer, que se asoma por el taller y opina: «A mí, esta de Guadalupe es la que más me gusta de todas las que ha hecho».

Y eso que apunta la mujer es mucho decir, porque Vicente Ruiz es el autor de la impactante maqueta de la Ciudad Monumental de Cáceres a escala 1:250 que luce a la entrada del palacio de Carvajal (sede del Patronato de Turismo de la Diputación Provincial de Cáceres), junto a la plaza de Santa María, a unos pasos de la Concatedral. Esa pieza protegida por una urna de metacrilato figura sin duda entre los rincones más fotografiados por los turistas.

Ahora, el delineante recurre al templo religioso más importante de Extremadura, una obra de ingeniería que figura en algunos libros de Arte de los estudiantes de Bachillerato, lugar de peregrinación y cámara de la patrona de la región. Vicente Ruiz la ha reducido a 1,65 metros por 1,65, de modo que no hace falta subirse a un helicóptero para ver el templete desde arriba.

Lo peor, los rosetones

«Lo que más me ha costado han sido los rosetones», dice el autor, que ha empleado como materiales principales la madera de contrachapado, poliespán y cartón pluma. Los tejados llevan resina, y todo está hecho a mano excepto los coches y personas colocados a posteriori para darle más vida a la escena.

Su obra tiene un evidente valor pedagógico, pero también otra dimensión tan importante o más, la arquitectónica. Cuando Vicente Ruiz concibió su maqueta, empezó a buscar documentación, intentó localizar los planos del Monasterio, y se topó con una realidad que complicaba sobremanera su propósito: apenas había material que le ayudara. Existen, sí, los trazos de la planta de algunas partes del templo, las más conocidas, hay información también en algunos libros, pero gran parte de la construcción es una incógnita. «No me acuerdo ya de cuantas veces he ido al Monasterio», apunta.

A base de visitar el lugar, de hacer fotos, de analizarlas, de tomar medidas y de dibujar (rotulador en mano unas veces y con el ordenador casi siempre), Vicente consiguió dibujar las alzadas de todo el Monasterio de Guadalupe. Y traducido a papel, son dos tochos repletos de líneas rectas y curvas. «¿Cuántos dibujos? No sé. Miles», responde. Si mañana el templo desapareciera y un iluminado intentara volver a levantarlo, el material de este delineante cacereño sería su mejor regalo. De hecho, ya lo fue para quienes dieron forma al Centro de Interpretación Visual de Cáceres, que se sirvieron de los planos que Vicente Ruiz hizo para su maqueta de la Ciudad Monumental.

En aquel caso, tanto los dibujos del experto delineante como la maqueta tuvieron un uso, pero no ha sucedido lo mismo ahora. El hombre que ha reducido Guadalupe a cuatro metros cuadrados ofreció su obra a la Diputación Provincial de Cáceres hace un par de meses, y asegura que ni siquiera le han contestado. «Yo creo que puede servir para que la gente conozca más de cerca el Monasterio», apunta Ruiz. Al margen del futuro de su obra, él no perderá de vista su mochila de emergencia, esa en la que guarda todo lo que él necesita para volver en cualquier momento a su mundo de maquetas, en el que entró por primera vez cuando era un crío. «Esto me viene de casta -dice-. Desde que era pequeño jugaba a hacer casas de papel. Después, siendo ya más mayor, mi padre me obligó a estudiar Magisterio, pero, sin que él lo supiera, yo me escapaba por las noches a las clases de Delineación, en Maestría Industrial». Seguro que hoy su padre no le regañaría.

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