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Vecinos de Ondárroa (Vizcaya) recuerdan a Ekai, un adolescente trans que se suicidó en 2018. EFE
Se triplican los intentos de suicidio entre menores

Se triplican los intentos de suicidio entre menores

El perfil más recurrente es el de una adolescente de familia inmigrante agredida sexualmente y el de un niño buen estudiante y víctima de acoso escolar

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Jueves, 1 de diciembre 2022, 11:52

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Las cifras estremecen. Son aterradoras. Los niños y adolescentes que planean suicidarse se han duplicado desde el inicio de la pandemia y los que dan un paso más y lo intentan se han triplicado. Son las alarmantes conclusiones del estudio realizado por la Fundación Anar, la ONG que gestiona desde el siglo pasado los principales teléfonos y chat españoles de ayuda urgente a la infancia, después de analizar las casi 600.000 llamadas que sus especialistas han atendido en la última década.

Solo tres años, los últimos, los del miedo, el encierro y la crisis sanitaria y social, concentran dos de cada tres casos de los menores que planearon o intentaron quitarse la vida en la última década. Si los especialistas de Anar, con su primera intervención y sus derivaciones y alertas, salvaron la vida entre 2012 y 2019 a unos 3.500 niños y adolescentes que meditaban perderla, desde el inicio de 2020 hasta ahora, en menos de la mitad de tiempo, han tenido que poner todos los medios a su alcance para impedir más 6.000 suicidios.

Los chicos que planean quitarse la vida se han multiplicado por 26 en una década y un tercio solo pide ayuda con la autolisis ya en marcha

Es un fenómeno que, además, no ha dejado de ir a peor, mes tras mes, desde el confinamiento. Si en el año que comenzó la pandemia las alertas por ideaciones autolíticas atendidas por la ONG superaron por poco las 1.200, los datos provisionales de este ejercicio, al que aún le queda un mes para concluir, dicen que 3.184 menores han contactado de viva voz o por mensajes son sus psicólogos con ideaciones suicidas y que hasta 906 de ellos les llamaron cuando ya estaban intentando quitarse la vida.

Es el colofón a una trágica tendencia que comenzó a tomar proporciones preocupantes hace cinco o seis años, con crecimientos desde entonces cada vez más acentuados, y que se puede resumir en dos datos impactantes. En una década, los casos de intento de suicidio de los que han tenido noticia Anar se han multiplicado por 26 y una de cada tres veces que sus especialistas detectaron en el menor comportamientos autolíticos había iniciado ya las acciones para quitarse la vida. Han parado, desde 2012, 3.097 suicidios en marcha.

Los desencadenantes son situaciones de violencia y problemas mentales, con la niñez, la discapacidad y la pertenencia LGTBI como factores de riesgo

Benjamín Ballesteros, el director de programas de la ONG, piensa que la efervescencia de niños y adolescentes que están dispuestos a tomar estas decisiones extremas en el último trienio se debe a que la crisis sanitaria ha multiplicado determinados riesgos psicosociales, como el aislamiento, el maltrato y las agresiones intrafamiliares, el hacinamiento, el abuso de las tecnologías, los déficit de atención de la salud mental o el crecimiento de la pobreza, todos factores que influyen en los comportamientos autolíticos.

Normalmente no hay una motivación única para el suicidio. La radiografía realizada por Anar desde su propia experiencia confirma que lo que sí hay son problemas que atenazan al menor y que no sabe cómo resolver. Los más repetidos, vinculados a la violencia y presentes en seis de cada diez ocasiones, tienen que ver con el acoso escolar, el maltrato físico y psicológico y las agresiones sexuales o de género, normalmente sufridas en el círculo familiar o personal. El segundo gran bloque, que además ha adquirido enorme relevancia en los casos detectados durante la pandemia, es el de los problemas mentales, liderados por las autolesiones, la ansiedad, la depresión y los trastornos alimentarios.

Los perfiles de menores con ideaciones suicidas son variados, pero dos se repiten. El más reiterado, con mucha diferencia, es el de una adolescente, de entre 13 y 17 años, con frecuencia de familia inmigrante, con bajo rendimiento escolar, que sufre trastornos psicológicos y se autolesiona, con antecedentes por fugas y en muchas ocasiones que ha sufrido agresiones sexuales en su círculo familiar.

Más de un año en el infierno

El patrón más abundante entre los niños, los menores de 12 años, es el de un buen estudiante, chico o chica, que sufre cualquiera de las variantes del acoso escolar. En todos los casos hay una serie de factores que elevan el riesgo de comportamiento autolítico, porque les exponen más a discriminaciones o exclusiones: tener menos de 10 años, ser un adolescente con discapacidad, pertenecer a una familia migrante y ser niños o adolescentes homosexuales, bisexuales o trans.

Quienes contactan en busca de ayuda con ideaciones suicidas llevan atrapados en este infierno desde hace más de un año y dos de cada tres atraviesan las situaciones de violencia o trastornos mentales a diario. Pese a su frágil situación, solo cuatro de cada diez han recibido ayuda psicológica profesional en los últimos tres años.

Un último dato que aporta el análisis es que la tecnología cada vez está más implicada en los comportamientos suicidas, hasta detectarse hoy en la mitad de ocasiones. Con frecuencia es uno de los canales por los que llega la violencia que tritura al menor -con casos de sextorsión, ciberacoso o engaños a través de internet-, pero la red también es la fuente donde indagar en busca de sistemas para quitarse la vida y, cada vez más, es el sitio donde los menores difunden sus pensamientos, piden perdón o se despiden.

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