Los 'empalaos' comparten su Vía Crucis con miles de personas
Valverde de la Vera volvió a disfrutar de su día más importante del año con motivo del Jueves Santo
Juan Carlos Ramos
Valverde de la Vera
Viernes, 7 de abril 2023, 07:46
La interminable hilera de coches a la entrada del pueblo, a un lado y otro de la cuneta, anticipaba que el Jueves Santo de Valverde ... de la Vera no es un Jueves Santo cualquiera. En realidad, lleva sin serlo desde hace décadas, mucho antes de que fuera declarado de Interés Turístico Nacional en 1980. Para la gente de la localidad, de apenas 500 habitantes, es una de sus más profundas señas de identidad y un acto tremendamente íntimo donde se conjuga fe, devoción y tradición. Para los foráneos, es todo un acontecimiento.
Los más rezagados en acudir a Valverde de la Vera para ver los 'empalaos' tuvieron que caminar varios kilómetros para llegar a las calles de la localidad. Algunos, incluso abandonaron sus coches en caminos rurales, donde no llegaba ni de lejos la luz de las farolas. Por suerte, el Jueves Santo de este año vino acompañado por una gigantesca luna que hizo que no fuera necesario recurrir a la linterna del móvil para guiar los pasos.
Todavía faltaba hora y media para que sonaran las campanadas de medianoche y los 'empalaos' comenzaran a salir de sus casas para recorrer el Vía Crucis. Cientos de personas, quizás miles, caminaban en respetuoso silencio por las calles. Casi todas preguntaban por las estaciones donde los penintentes iban a hincar la rodilla ante la cruz para rezar una oración. Los vecinos y los voluntarios de Protección Civil dijeron, de forma aleatoria, alguna de las dos ermitas del pueblo, San Blas y el Cristo del Humilladero, o la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Fuentes Claras. En total, hay 14 estaciones de paso.
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Valverde de la Vera vive su día más importante del año con los 'empalaos'
Se podría decir que la iglesia parroquial era el centro neurálgico del vía crucis en la hora previa. En el templo, se celebraba el Canto de la Pasión y la Hora Santa a cargo de un coro de una decena de mujeres. Fuera de esos muros, todos trataban de buscar un sitio cómodo para ver la llegada de los 'empalaos'.
En ese momento, a minutos de las doce de la noche, los primeros 'empalaos' ya tenían todo preparado para salir a la calle. Pasaron toda la tarde preparando su atuendo, que no cambia a pesar de que los tiempos cambien: enagua de algodón blanco y estolas; unos setenta metros de cuerda de esparto que envuelven tronco y brazos; un timón de arado de madera que emula a la cruz de la Pasión; dos espadas en forma de aspas en la espalda; y una corona de espinas de naranjo que sujeta el velo que oculta su rostro y preserva su intimidad.
Porque la intimidad para los 'empalaos', por mucho que haya miles de personas esperando su salida, es importante. Muy pocos sabían el nombre de los penitentes antes de que salieran a la calle descalzos para desafiar el empedrado de Valverde de la Vera. Casi ninguno, el número de 'empalaos' que salía este año. O cualquier año. Nadie, a qué hora salían a lo largo de la madrugada. O cualquier madrugada. Eso queda entre el penitente y la 'manda' o promesa hecha a Dios ante la Cofradía de la Vera Cruz y la Pasión de Cristo.
Cuando llegaron las doce de la noche, había cerca de 1.500 personas en el patio exterior de la iglesia parroquial. Y no tuvieron que esperar mucho para saltar de sus asientos, ya que el primer 'empalao' llegó en apenas unos minutos. Y todos los que llevaban ocupando un sitio durante dos horas, lo abandonaron para agolparse ante el cortejo y no perderse ningún detalle. Esa escolta estaba formada por amigos y familiares, que alumbraron los pasos de los empalaos con una linterna o un farolillo. Cirineos llaman a esos ayudantes.
Entre 10 y 15 penitentes han participado en la procesión de los 'empalaos' este año. Y también, casi el doble de mujeres, éstas vestidas de nazarenas. Son mozas que van descalzas, con mantilla negra, túnica malva y madero y que tienen un Vía Crucis similar al de los empalaos.
La curiosidad de los turistas, encauzada con la cámara de sus móviles, contrastaba con la enorme seriedad y sentido de la responsabilidad de los cirineos y los colaboradores de Protección Civil, que querían que el único obstáculo que tuvieran los empalaos y las nazarenas fueran los cantos salientes del empedrado, las empinadísimas cuestas de las calles del pueblo y los canalones de agua incrustados sobre el piso. «Apaguen el flash, por favor», decían una y otra vez mientras dibujaban un perímetro de seguridad en la marcha de los penitentes.
El momento álgido de la madrugada fueron los primeros novena minutos, pero el Vía Crucis siguió toda la madrugada del Jueves Santo, más o menos como viene sucediendo en cada madrugada de cada Jueves Santos desde hace más de cuatro siglos. Cuando los primeros 'empalaos' regresaron a casa para ser socorridos por su familia con friegas de alcohol para activar su circulación, muchos de los coches que antes se encontraban abandonados en las cunetas ya dibujaban con sus faros rojos y amarillos una larguísima procesión a través de la zizagueante carretera que cruza en cicatriz la vertiente sur de la Sierra de Gredos. Muchos de ellos prometieron volver.
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