Ernesto Brotóns, obispo de Plasencia: «Ha sido un año muy intenso, de escucha y de aprendizaje»
El prelado zaragozano, ordenado el 15 de octubre de 2022, hace balance de sus primeros doce meses como máximo responsable de la diócesis
Juan Carlos Ramos
Plaencia
Domingo, 15 de octubre 2023, 09:17
Cuando se enteró de que le iban a proponer como obispo, reconoce que empezó a imaginar todas las objeciones que iba a aducir para rechazar ... el cargo. «No me veía capaz, ejemplo de nada ni para nadie», dijo en su día. Son objeciones que también tenían que ver con la tierra, aragonesa, y la familia. Le dolía en el alma tener que separarse de sus padres y de su sobrino, al que le une un vínculo muy especial. Un año después, el cariño que ha recibido en Plasencia ha ayudado a Ernesto Brotóns a entender que hizo lo correcto.
–¿Qué balance hace de estos doce meses al frente de la Diócesis?
–Ha sido un año muy intenso, de muchos cambios, de escucha y aprendizaje, en el que he intentado acercarme a la realidad diocesana, sobre todo a las personas, y hacerme presente allí donde se me requería o donde pensaba que convenía estar. Me he sumado a una Iglesia con una gran riqueza humana y espiritual. Se van fraguando muchos proyectos y hay un deseo de estar muy atentos a lo que el Espíritu pide de nosotros.
–¿Qué tal ha sido la adaptación a Extremadura?
–El cambio ha sido un reto. Me ha supuesto «salir de mi tierra» y de mi espacio de confort, pero tengo que reconocer que me lo habéis puesto muy fácil con vuestra acogida y vuestro cariño. Mantengo los lazos con mi familia, mis amigos y mi tierra de origen, pero aquí me siento en casa, acogido y querido. Tengo la suerte de disfrutar con todo el gran patrimonio humano, cultural y natural de esta tierra extremeña y salmantina que compone la diócesis, a la vez que intento conocer y compartir sus gozos, esperanzas e inquietudes. Me siento en casa.
–¿Ha detectado peculiaridades en Plasencia sobre otros sitios?
–Me ha llamado la atención el respeto y el aprecio generalizado por la persona y figura del obispo, independientemente de quien ejerza el cargo. Se valora mucho su presencia, lo cual es expresión de un fuerte sentimiento de pertenencia diocesana. Y eso a pesar de que una de las peculiaridades de nuestra diócesis es su extensión, abarcando tres provincias y dos comunidades autónomas que tienen diversas formas de vivir y expresar la fe, y, también, de cierta dificultad para coordinar el trabajo pastoral en conjunto. Sin negar la influencia de la secularización en nuestra tierra, me he encontrado con gente muy creyente, personas sencillas dedicadas por completo a su parroquia, templos cuidados, una religiosidad popular viva que se mantiene como demuestran las distintas manifestaciones de amor y fervor a Cristo y a la Virgen, o el trabajo de tantas instituciones y de tantas personas en favor de los más vulnerables.
–Supongo que también habrá detectado urgencias y necesidades.
–Muchas de estas urgencias ya han ido saliendo en diversos encuentros, conversaciones... Vemos necesario potenciar el trabajo pastoral en conjunto, en red, cuidar mucho la fraternidad y la comunión, cuidar a los sacerdotes, potenciar la pastoral juvenil y vocacional, reorganizar la estructura diocesana, revitalizar las parroquias, abrir caminos nuevos para la evangelización...
–La Fundación Haz dice que la Diócesis de Plasencia es la quinta más transparente de España.
–Es reflejo de cómo se está trabajando y de que se intentan hacer bien las cosas, desde la Administración diocesana, desde Medios y desde los consejos y comisiones. Agradezco de veras su labor. Con todo, hay que seguir creciendo. La transparencia, mostrar quiénes somos y qué hacemos, dónde ponemos nuestros recursos y cómo cuidamos el patrimonio es una exigencia para la Iglesia, un servicio y un cauce evangelizador. Genera confianza y corresponsabilidad.
–¿Por dónde deben pasar las próximas líneas de trabajo?
–Los objetivos del último tramo del Plan Diocesano de Pastoral, centrado este año en 'La parroquia, casa para el mundo', marcan la ruta del curso actual, que pone el acento en nuestra dimensión misionera y vocación de servicio. Nos invitan a potenciar y cuidar la formación, a ser profetas, a revitalizar nuestras estructuras de ayuda. A la vez, va a centrar buena parte de nuestra atención el análisis de la realidad de la diócesis. El estudio de sus resultados nos ayudará a discernir el rumbo de la pastoral diocesana. Este año, además, nuestra Iglesia de Plasencia celebra dos acontecimientos importantes: un Jubileo Mariano, con motivo del tercer centenario de la construcción del santuario del Puerto, y el Año Jubilar Berzocaniego que iniciamos el 26 de octubre con motivo del octavo centenario del hallazgo de los restos de nuestros santos hermanos patronos, Fulgencio y Florentina, en Berzocana.
–¿Cuánto tardó en darse cuenta de que la patrona forma parte de la idiosincrasia placentina?
–Creo que fue inmediato. De hecho, mi primera Eucaristía tras la ordenación episcopal fue en la Virgen del Puerto. Ya entonces pude percibir ese cariño placentino hacia la Canchalera, que comparte fervor y devoción con esa otra advocación de la Virgen de la Salud. Plasencia, ciertamente, no se entiende sin la Virgen del Puerto.
–Su trayectoria tiene un perfil filosófico-teológico muy marcado. ¿Está pudiendo desarrollarlo ahora?
–Reconozco que se ha resentido el tiempo dedicado al estudio y a la investigación. Es normal. Antes una de mis principales ocupaciones era la docencia y la reflexión teológica. Ahora es otra y eso define los tiempos y espacios. Con todo, como pastor de la diócesis, una de mis misiones es, precisamente, enseñar, anunciar el Evangelio, ser maestro de la fe en comunión con toda la Iglesia, y ejercer el ministerio de la Palabra, ya sea a través de la predicación, mensajes, escritos, cartas pastorales o conferencias. Ello exige dedicación, estudio y reflexión.
–Hace poco rompió una lanza en favor de los inmigrantes.
–La lanza no la rompo yo solo, sino la Iglesia. Creo que nuestra Iglesia de Plasencia está realizando una labor muy sencilla pero significativa e importante con los inmigrantes. Este año, el acento se ha puesto en el derecho a emigrar o en lo que ya san Juan Pablo II llamó el «derecho a no emigrar, a vivir en paz y dignidad en la propia tierra». Es necesario un esfuerzo conjunto de los países para asegurar que se crean las condiciones mínimas para que este «derecho a no emigrar» sea una realidad.
–¿De qué forma está afrontando la Diócesis la falta de sacerdotes?
–En primer lugar, orando, tal como nos mandó Jesús: «Rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Es, sin duda, un tema que nos preocupa. Más allá de una, quizá, necesaria reestructuración diocesana para una mejor atención de las distintas realidades con los recursos que tenemos, no hay duda de que la pastoral vocacional debe ser una prioridad de nuestra Iglesia. Hay toda una serie de factores sociológicos que afectan y condicionan el número de vocaciones sacerdotales, pero no olvido que éstas surgen de comunidades vivas, de familias que viven y transmiten su fe a sus hijos, de un trabajo pastoral fiel y constante con adolescentes y jóvenes y de una fe y de una vida sacerdotal y religiosa testimoniada con dedicación, entrega y alegría.
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