«Los abusos son el más grave antisigno en el seno de la Iglesia»
El máximo responsable de la diócesis apuesta por recuperar la credibilidad «no con discursos, sino entregándonos a los demás»
ANA B. HERNÁNDEZ
Viernes, 13 de enero 2023
Cuando a los 14 años entró en el seminario no sabía que iba a ser obispo, ni siquiera que se convertiría en cura. «Pero siempre ... había tenido gusto por la religión y esa especie de inquietud me llevó al seminario». Y esa inquietud se transformó en vocación, «a lo largo de la etapa de descernimiento que fue el seminario», y Ernesto Brotóns, que cumple tres meses como obispo de Plasencia, decidió estudiar Teología y ser sacerdote.
–Y su primer destino fue la España vaciada.
–Sí, cinco años muy felices de cura de pueblo aunque procedía de un entorno urbano, de un barrio obrero de Zaragoza.
–Ciudad en la que nació, estudió y vivía cuando recibió la llamada del Nuncio.
–Tras esos cinco años fui a Salamanca a hacer la licenciatura y el doctorado en Teología, pero después regresé a Zaragoza.
–Pluriempleado.
–Totalmente. Era párroco en un barrio obrero, profesor y sacerdote del colegio diocesano y profesor también Centro de Estudios Teológicos de Aragón, que después dirigí como el Instituto Superior de Estudios Religiosos.
–¿Cuándo le proponen ser obispo?
–El 28 de junio de 2022 a las 15 horas. Me había hecho cocido para comer y no pude tragar ni un garbanzo.
–¿No se lo esperaba?
–No. La rumorología siempre es para hablar mal o malmeter que se dice en mi tierra y nunca le he hecho caso.
–¿Qué mensaje escuchó?
–Que el Santo Padre me había nombrado obispo de Plasencia.
–¿Y entonces?
–Puse todas las objeciones que se me ocurrieron en el momento, porque no me veía capaz, ejemplo de nada ni para nadie; me sentí pequeño y desbordado.
–Pero cambió de opinión.
–Me bajé al Pilar, lo que hacemos todos los maños en situaciones así, y allí me pasé toda la tarde. Después me fui con un amigo a tomar una cerveza, sin comentar este tema porque estaba bajo secreto pontificio; la verdad es que fue un momento duro. Al día siguiente me levanté, encendí el ordenador y empecé: Estimado Santo Padre... Y acepté.
–¿Por qué lo hizo?
–Por actitud de servicio. Mis dudas venían por mis padres, que son mayores, y mi sobrino, que es autista y con el que tengo un lazo muy especial, y me dolía separarme de ellos.
–Pero pudo el compromiso.
–Pensé que si Dios me había llevado por ese camino, pondría también las soluciones.
–¿Se arrepiente?
–Para nada, estoy muy contento. Plasencia me lo ha puesto muy fácil con la acogida, me siento querido y esto siempre ayuda. Pero soy también muy consciente de la responsabilidad, los retos y las dificultades.
–¿Cuál es su responsabilidad como obispo?
–Animar, confirmar, orientar en la fe y la comunión a la gente de la diócesis.
–¿Y eso cómo se hace?
–Dialogando y escuchando.
–Pero la desafección a la Iglesia es una realidad.
–Hay una serie de factores sociales, culturales, cambios que han puesto de manifiesto que no vivimos en una época religiosa, sino secularizada y plural. Y en este contexto es cierto que la Iglesia ya no es el centro de referencia, sino una oferta más.
–También la Iglesia es responsable de esta situación.
–También. Cuando no somos fieles al Evangelio, escandalizamos y hacemos daño y esto provoca desafección. En vez de ser un signo, te conviertes en un antisigno y traicionas la confianza que ponen en ti.
–Por ejemplo.
–Cuando no damos ejemplo de pobreza y sencillez, cuando nos olvidamos de que nuestros preferidos tienen que ser los pobres, cuando nos manejamos por el amor al poder, cuando no somos cercanos, sensibles a lo que afecta a la vida de la gente y vamos por nuestro lado como si la fe y la vida fueran cosas distintas. Y, por supuesto, cuando cometemos abusos, que son de los más graves antisignos que se han dado en el seno de la Iglesia.
–¿Cómo se revierte esto?
–Recuperando la credibilidad, que se gana cuando te entregas por los demás, no con discursos. Y también superando la nostalgia de épocas pasadas. Estamos en un momento nuevo de la historia y no podemos volver a esas épocas ni a las recetas de entonces. Estoy hay que asumirlo, hay que aprender a convivir en un mundo plural, reconociendo lo bueno de los otros y sin miedo a ofrecer la propia identidad. Yo ofrezco el Evangelio porque es una palabra buena.
–¿Por qué?
–Porque llena la vida de la gente. Cuando uno vive la experiencia de Jesús de Nazaret, descubre que la vida se gana cuando se entrega por los demás y el significado profundo de amarnos unos a otros. El Evangelio crea fraternidad y defiende la dignidad de toda persona humana; creo que son valores necesarios que hay que transmitir.
–¿Qué diócesis se ha encontrado?
–Una diócesis entregada, sana, acogedora, creyente, formada y con muchas posibilidades y con mucho potencial.
–Y el objetivo es que crezca.
–Superando el letargo que aún arrastramos de la pandemia y revitalizando las comunidades parroquiales, incrementado la corresponsabilidad y la participación, porque la evangelización es tarea de todo el mundo.
–Desde la Iglesia se ha defendido que Las Edades del Hombre han sido un medio de evangelización a través del patrimonio. ¿Habrá nuevos proyectos similares?
–Sí, estamos en ello, con el objetivo de seguir poniendo en valor el patrimonio religioso.
–¿En un museo diocesano?
–Se está estudiando, creo que es importante y necesario.
–¿Cuál es el proyecto más inmediato?
–Reabrir al culto la catedral y redescubir nuestras catedrales con nuevas rutas que también alcanzarán a parroquias y pueblos.
–¿Cuándo reabre la catedral?
–Oficialmente el 4 de febrero. Presidiré mi primera eucaristía en la catedral a las 9.30 horas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión