Sigo sorprendiéndome cada vez que alguien alude a la libre elección para explicar el éxito y el fracaso cuando en realidad, y por lo general, ... están hablando de su propio su éxito y del fracaso de otros. Tres veces lo he escuchado en la última semana y tres veces me he dado golpes contra un muro intentando aclarar que al tomar nuestras decisiones también entran en juego otros elementos.
Está muy extendida en nuestra cultura occidental, y en particular en el pensamiento liberal, la idea de que cada persona tiene capacidad de tomar decisiones libres y autónomas sin estar condicionada por 'fuerzas' externas. En realidad se trata de una manera más de justificación de un modelo concreto de sociedad sustentada en una comprensión errónea de la naturaleza humana y de las elementos que la condicionan: el entorno social, la educación, las experiencias pasadas, etc. Quienes saben de biología la añaden a la lista.
Efectivamente. Cuando se habla del mito de la libre elección parece ignorarse, por ejemplo, el papel de los aspectos estructurales de la sociedad en la determinación de las decisiones. La pobreza, la desigualdad, la discriminación y la opresión, limitan las opciones disponibles y las condicionan. Una persona que crece en la pobreza y tiene acceso limitado a la educación y al trabajo no tiene las mismas opciones que alguien que crece en una familia adinerada y con amplias oportunidades. De esta manera, se hace imprescindible reconocer que nuestras decisiones están limitadas por una serie de factores que escapan a nuestro control, lo que no significa que no tengamos ninguna libertad o que estén completamente determinadas desde fuera de nosotros, pero sí significa que nuestra capacidad de elegir está condicionada.
Reconocer las limitaciones que tenemos a la hora de decidir se hace imprescindible por sus implicaciones en la comprensión de la responsabilidad individual y colectiva. Así, poner el énfasis en la importancia de tomar decisiones autónomas, se corre el riesgo, por ejemplo, de culpabilizar a las personas obesas de sus problemas de salud ignorando que la prevalencia de la obesidad se relaciona con la pertenencia a los estratos más pobres. Además, cabe también la posibilidad de que este discurso de la libre elección sirva de coartada en la vulneración de derechos fundamentales, es el caso de la defensa que algunos hacen de la prostitución o los vientres de alquiler como opciones elegidas y no como resultado de la pobreza y la necesidad. Por último, al enfatizar la importancia de tomar decisiones autónomas también se producen espejismos como el de pensar, y de nuevo es un ejemplo, que nuestros hijos e hijas podrán asistir al colegio que queramos solo porque podamos elegirlo.
Más nos valdría enfocarnos en la creación de un entorno social, político y económico que proporcione a todas las personas las mismas oportunidades de acceso a información y recursos si tanto nos preocupa que elijan libre y autónomamente, de lo contrario, nos situamos en la mentira.
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