Sexo verbal
Llenarse la boca de barbaridades suele indicar que la tienen vacía de besos y otros manjares erótico-festivos
ANA ZAFRA
Lunes, 10 de octubre 2022, 08:39
Conocen el dicho de que algunos son como el parchís, que se comen una y se cuentan veinte? Se refiere a esos «fichas» que suelen ... adolecer de un problema, no siempre lingüístico, que les lleva a confundir el sexo oral con el verbal, modalidad sexual manifestada por aquellos (raramente aquellas) quienes, a falta de otros desahogos, canalizan sus deseos por la boca –o, mejor dicho, por la palabra– en forma de todo tipo de bravuconadas, generalmente, ingratas a los oídos receptores.
Pues bien, no hace falta ser licenciado en sexología para, como cuando Jane Goodall observaba a los chimpancés, observar dicho comportamiento y establecer algunas teorías pseudocientíficas.
Por ejemplo, que a más sexo verbal menos del otro. Llenarse la boca de barbaridades suele indicar que la tienen vacía de besos y otros manjares erótico-festivos pues, como dice el refrán, «en boca fantasma no entran roscas».
O que si, además, dicha práctica va acompañada de intimidación hacia el otro sexo, con un abanico de ofertas de los dones sexuales del «semental berreante», palabras denigrantes incluidas, es, generalmente, porque ostentan una mercancía por la que nadie ha mostrado interés.
Si a todo esto unimos que algunos de estos ejemplares tienen su hábitat –antinatural– en recintos solo para machos, con más testosterona que polvo –tómenlo literal–, la percepción del otro género termina desdibujándose hasta hacer de las hembras de su especie un mero objeto dependiente de sus masculinas bondades. Hembras que, de ejercer su legítimo derecho al placer con quien y cuando quieran, pasan a ser unas rameras, patrimonio de todo aquel que quiera usarlas.
Y como paradigma el Lupus Ahujus Hispanorum, como se auto-denominan los alumnos del colegio mayor Elías Ahuja, desde el que la semana pasada se dedicaron a aullar lindezas como «conejas» o «putas ninfómanas» a las estudiantes del colegio de enfrente.
Me pasma el hecho de que algunas de esas estudiantes aceptasen dichos calificativos como parte de un juego y prefiero pensar que son minoría.
Porque, aunque querría creer que, como dijo Eleanor Roosevelt «nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento», la realidad nos muestra lo contrario.
Teniendo en cuenta que semejantes fanfarrones inciviles son estudiantes universitarios, probablemente con carreras brillantes y próspero porvenir, quienes pueden ser, en unos años, los abogados que hayan de defender a nuestras hijas de un posible maltrato, los médicos que decidan sobre su salud sexual, los empresarios que las contraten –o no– con el mismo sueldo y condiciones –o no– que a un hombre, los banqueros que puedan desahuciar a una madre soltera o los políticos que legislen los derechos de nuestras nietas… me cuesta imaginarlos tratándolas como iguales.
¿Qué mejor que rematar este pseudo-tratado de sexualidad verbal con las palabras de Pablo Casado, uno de sus ilustres especímenes? Dicen así: «(estos Lupus) representan un auténtico peligro para la integridad de cualquier hembra […] en periodo de madurez sexual». Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
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