Decíamos ayer
SALVADOR CALVO MUÑOZ
Miércoles, 30 de agosto 2023, 07:42
Eso dicen que dijo Fray Luis cuando se incorporó a su oficio en las aulas de la Universidad salmantina. Había estado unos años preso en ... Valladolid por cierta traducción de la Biblia o parte de ella. Como fuese, pues eso, que empezó su disertación con la famosa entradilla.
A nosotros, los alumnos de aquellos años setenta, don César Real de la Riva nos comentó que a qué ton iba a decir aquello el bueno de Fray Luis, si no volvía a la cátedra anterior, ni los alumnos eran ya los previos al encierro. O sea que de «decíamos ayer» nada de nada. Pero, no obstante, ahí quedó el sintagma verbal.
Puertas adentro de la famosísima fachada de la Universidad, la de la rana, está el aula donde Fray Luis impartió clases. Servidor tuvo la ocasión de sentarse alguna vez en los toscos bancos de madera donde lo habían hecho, siglos atrás, aquellos estudiantes «de la sopa» que tuvieron la suerte de oír la palabra de aquel maestro de la prosa y el verso. Lástima de no haberlo conocido.
¿Cómo serían aquellas clases? ¿Cómo eran las clases en la Facultad de Letras hace cincuenta años? ¿Cómo serán ahora? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor en este asunto de la pedagogía? ¿O peor? Recordemos… Cuando éramos bachilleres en el colegio de la calle Margallo, al entrar el profesor en el aula, nos poníamos de pie y a su indicación nos sentábamos. Siempre hubo alumnos díscolos, pero en general se guardaba la compostura en clase y se dejaban el parloteo obsceno y los tortazos entre compañeros para el recreo. En clase el que molestaba al profesor era eliminado 'ipso facto'.
¿Así hace cuarenta años? Asistimos al proceso, como profesores, de la degeneración de la enseñanza. Entraba el profesor en la clase y tenía que pedir por favor y repetidamente que el alumnado guardara compostura y silencio. No te digo si el profesor era profesora. Claro, claro, de todo ha habido en la viña del señor; pero no quiero ni acordarme de los últimos años en que practiqué mi oficio de profesor. Y si la deriva de las clases era aquello que dejé hace ya una década ¿cómo habrá rodado la rueda de la degeneración?
Una tarde en que regresábamos de una escurribanda por los campos de 'El Muelo', LF me preguntó que qué era eso de la Logse. Yo le dije que me temía que era una bomba que iría estallando poquito a poco, haciendo daño pero sin que se notara mucho y que al cabo acabaría destrozando todo el tejido social. Puede parecer una exageración, pero si un profesor de un instituto es convocado a la formación del tribunal de la selectividad y se presenta en calzonas y chancletas, ya me dirán adónde fuimos a parar. Sólo es un ejemplo de la deriva de usos y costumbres.
Con lo cual venimos a considerar que nos retiramos a tiempo, que Fray Luis y todos los santos protejan a los que se tienen que enfrentar durante una hora a una clase de treinta o cuarenta abencerrajes protegidos por una tal Lomse, o parecido, que se le ocurrió a una señora llamada Celáa. Oh tempora, oh mores… decíamos ayer.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión