Quiero volver a pintarme los labios
UNA VIDA PROPIA ·
Hace una semana que no es obligatorio llevar mascarilla por la calle. Pero como la inmensa mayoría de los españoles, la sigo llevando puesta. Estamos ... viendo como vuelven a aumentar los casos de covid y somos prudentes, aunque los contagiados sean principalmente los jóvenes y nosotros ya no lo seamos.
Pensaba que este verano ya podríamos dejar la mascarilla en casa y volvería a pintarme los labios, pero me temo que aún tendré que esperar. Me gusta llevar los labios fucsias, un color intenso y alegre, y desde hace más de un año no lo hago. ¿Para qué? Con la mascarilla puesta lo único que conseguiría es esparcir el carmín por la cara. Añoro el tiempo en que me pintaba los labios de camino al trabajo mientras esperaba a que el semáforo –casi siempre el que hay enfrente de los Marianistas de Badajoz– se pusiera en verde. «No me mires, no me mires, que aún no me he puesto el maquillaje», cantaba Mecano, otro hábito más que la pandemia ha cambiado. Dicen que durante las crisis aumentan las ventas de barras de labios, pero en esta pandemia ¿para qué pintarlos si están cubiertos por la mascarilla?
Posiblemente a muchos les parezca algo insignificante, pero las mujeres siempre se han pintado los labios desde la Antigüedad. En Mesopotamia, hace más de 5.000 años, los sumerios usaban joyas semipreciosas machacadas para fabricar las pinturas de labios. La legendaria Cleopatra, muy coqueta, utilizaba una especie de pintalabios hecho a base de escarabajos y hormigas triturados para conseguir el color rojo que le gustaba. La poderosa reina Isabel I de Inglaterra, también presumida –no aparecía nunca en público sin maquillar–, puso de moda la palidez en la cara y los labios carmesí, el mismo color que utilizaba también para las mejillas.
Fue la marca francesa Guerlain la primera en sacar al mercado en 1870 una barra de labios tal como la conocemos. En España la pionera fue el Milady de la compañía Puig en 1922. En la primera ola feminista, cuando las mujeres pedían el derecho al voto, hicieron del pintalabios el símbolo de su lucha. En la Gran Depresión de los años 30 se convirtió en un símbolo de resistencia. Y durante la II Guerra Mundial, aunque en Reino Unido se paró la producción de cosméticos porque había que dedicar los recursos a empresas más urgentes, el primer ministro, Winston Churchill, hizo una excepción con el pintalabios porque consideraba que el hecho de que las mujeres se pintaran los labios levantaba la moral de la población.
El uso del carmín se popularizó porque las actrices llevaban siempre los labios pintados. Incluso Rita Hayworth protagonizó anuncios de pintalabios a mediados de los 40. En los 50 Marilyn Monroe puso de moda el rojo intenso (acuérdense de 'La tentación vive arriba' o 'Los caballeros las prefieren rubias'), También Elizabeth Taylor utilizaba el rojo en los 50-60, aunque un poco más oscuro. En los 60 volvieron los labiales en tonos más pálidos, como los rosas que usaba Audrey Hepburn (recuerden la escena de 'Desayuno con diamantes' en la que se pintaba los labios en un taxi) o los que lucía la modelo Twggy. En los 70 se llevaban los tonos nude y también los anaranjados. En los 80 se decantaron por los llamativos fucsias, como los que utilizaba Madonna, y en los 90 volvieron los tonos marrones más oscuros, que eran los preferidos de Jennifer Aniston. En los 2000 se popularizó el gloss, que se ponían las celebrities del momento, como Britney Spears...
Aunque utilizar usar el pintalabios pueda parecer baladí, yo quiero volver a pintarme los labios, eso querrá decir que volvemos a vivir en un tiempo en el que usar mascarillas no sea necesario para salvar vidas.
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