No quiero más multas en mi vida
Lo primero que me he encontrado en mi vuelta a casa tras las vacaciones es una notificación de Correos en el buzón para ir a ... recoger una 'cariñosa' carta del OAR de la Diputación de Badajoz. Mala cosa, pensé. Efectivamente, era otra 'multita' de tráfico. En esa ocasión por circular a 64 kilómetros por hora por la avenida Reina Sofía de Mérida el día del estreno de 'Safo' en el Festival de Teatro de Mérida. Sí, ya sé que la velocidad en esa zona está limitada a 50 kilómetros por hora, pero es que estoy especializada en circular al límite de lo permitido, porque me han sancionado varias veces por conducir a 131 kilómetros por hora en la A5, e incluso una por ir a 121 cuando en 2011 el Gobierno redujo el límite de velocidad en autovías y autopistas a 110 kilómetros/hora. Con la nueva Ley de Tráfico, que ha endurecido las sanciones desde que entró en vigor el pasado 21 de marzo, y que ha puesto aún más de manifiesto el afán recaudatorio de la Administración, tendremos que ir con más cuidado. Pero debe ser que no asimilo la lección. La que sí aprendí es otra por la que hace unos años me multaron con cientos de euros y me quitaron 3 puntos del carné por conducir a la vez que iba hablando por teléfono. Una multa bien merecida, lo sé, y por la única que me han quitado puntos. Como dijo el rey emérito: «Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir».
Pero lo peor no son las multas que te notifican y que por pronto pago se reducen a la mitad. Cuando lo pasé mal fue en una ocasión en la que circulaba por uno de los pocos tramos largos con buena visibilidad de la N-430 –les recomiendo que, si pueden evitarlo, no se adentren por esta peligrosa y bacheada carretera, sobre todo en la provincia de Ciudad Real– y me paró la Guardia Civil porque un radar móvil me había 'cazado' a 111 kilómetros/hora cuando en la vía estaba permitido circular a solo 90 kilómetros/hora. Le pedí disculpas y le dije que quería pagar en el momento, me acercó la PDA y yo estaba tan nerviosa que en lugar de firmar la multa, le puse la huella del dedo pulgar como hago para activar el móvil. Volví a disculparme y el agente me dijo que no me preocupara, que para un conductor amable con el que se encontraban... y me debió ver tan apurada que hasta me dijo dónde solían poner el radar para que me fijase la próxima vez y redujese la velocidad en la zona.
Tampoco me he librado de los radares en la ciudad porque el que está colocado en el puente Real de Badajoz también me cazó una madrugada a 72 kilómetros/hora. Y por lo que leo en la noticia que firma en el periódico de hoy Natalia Reigadas, no me pienso ni acercar con el coche por la zona de El Campillo, no vaya a ser que aparque donde no debo y me caiga otra sanción, que tampoco me he librado de las multas de aparcamiento y todavía me escuece una por aparcar enfrente de la embajada japonesa en Lisboa, porque no sabía por dónde buscar el coche que se había llevado la grúa.
«No quiero más dramas en mi vida...», cantaba Alaska, y yo lo que no quiero son más multas en la mía, así que prometo ir más despacio al volante, aunque no soy precisamente una Fitipaldi, sino más bien prudentita porque me da mucho respeto conducir.
En lo que no me pillarán es en los controles de alcoholemia. Me hizo hasta ilusión cuando este mes de julio me pararon por primera vez de madrugada en uno de ellos cuando acompañaba a una amiga a su casa en el Cerro Gordo de Badajoz. «¿Qué tengo que hacer, porque es la primera vez que me paran en uno?», le pregunté al agente, y este con desdén me respondió «pues será porque no sale mucho de noche». Pues será eso, pero hasta que no hagan controles en los que de positivo el consumo de Coca Cola Zero, me parece que por beber alcohol o por consumir sustancias no me van a multar...
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