Políticos al calor de la hoguera
CARTA DE LA DIRECTORA ·
Algunos socialistas veteranos (como el expresidente Rodríguez Ibarra, que ha escrito sobre ello) temen que Pablo Iglesias termine engullendo a Pedro Sánchez, ... como la serpiente de la fábula que le toma medidas a su dueño acostándose noche tras noche a su lado y acaba por tragárselo. Una imagen tentadora como metáfora de la actividad política en la que, o le pisas el cuello a tu adversario, o te lo pisa.
Pero no es muy probable que eso ocurra. Pedro Sánchez, un superviviente de la política con más talento del que sus críticos le reconocen, es consciente del peligro que entraña Iglesias. Y quizá es él quien le tiene tomada la medida a su vicepresidente, incluso para tomar distancias. Lo hizo el viernes en Mérida, cuando condenó la violencia callejera de la última semana a cuenta de las protestas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasel.
Sánchez se aparta así de su vicepresidente. Marca las diferencias y logra aparecer ante la opinión pública como el moderado que frustra la revolución desde el poder que abandera Iglesias, y no como el tonto útil que se deja instrumentalizar por el líder incendiario.
A medida que sube el volumen de la bronca entre PSOE y Unidas Podemos se oye más la pregunta de cuánto durará este Gobierno; hasta dónde aguantará Pedro Sánchez las salidas de tono de Pablo Iglesias, su permanente acción de tensar la cuerda con ataques a la Constitución, la monarquía, la prensa, los tribunales, la democracia, en definitiva.
Todo el mundo da por sentado que Iglesias no romperá el Gobierno. No le interesa. Podemos es el socio minoritario y nada indica que unas elecciones anticipadas le fueran a beneficiar. ¿Romperá la coalición Pedro Sánchez? Solo cuando tenga la certeza de que una ruptura le favorece. Hasta que eso ocurra, calma.
¿Que Podemos arremete contra el Rey? Calma. No será para tanto. ¿Que apoya los disturbios violentos por el encarcelamiento de Hasel? Calma, que todavía no ha llegado la sangre al río.
Solo se condena después de tres noches de furia, una vez apagadas las fogatas callejeras y recogidos los cristales rotos. Para qué las prisas. Curioso que un presidente que cuando hay un problema en el Cono Sur o en Washington se apresura a informarnos en Twitter que los sigue «con preocupación», tarde tres días en evaluar qué quiere decir sobre los altercados que se extienden por varias ciudades. Algunos a pocos kilómetros de su casa.
¿Qué hubiera pasado si los centenares de jóvenes airados la hubieran emprendido contra el Congreso (nuestro Capitolio particular) o hubiesen intentado asaltar el palacio de La Moncloa? ¿Se les hubiese seguido tildando de antifascistas defensores de la libertad de expresión? ¿Seguiría jaleándolos Pablo Echenique?
Pedro Sánchez ha hecho una condena expresa de los disturbios porque ha detectado que quizá al PSOE no le importe seguir poniéndose estratégicamente de perfil ante la cabalgada hacia el radicalismo de su socio de gobierno, pero muchos de sus votantes, los socialistas de toda la vida, no acaban de entender que haya que defender la libertad de expresión de Pablo Hasel atizándole a la Policía o pegándole fuego a coches, motos y contenedores. Pedro Sánchez desea conservar el apoyo de Iglesias, pero no quiere que las hogueras abrasen su crédito político.
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