Ser historia o pasar a la historia
Pilar Coslado
Jueves, 4 de abril 2024, 07:39
De un tiempo a esta parte, en ese conglomerado de presunción, vanidad y poca o nula utilidad de la política, en el que nos movemos, ... escuchamos continuamente a los protagonistas hablar de 'día histórico', 'ley histórica', 'decisión que pasará a la historia', etcétera, cada vez que tienen a bien regalarnos alguna ocurrencia.
Destacan en este aspecto unos más que otros, como el presidente Pedro Sánchez, la vicepresidenta Yolanda Díaz y el fugado Puigdemont (Pablo Iglesias e Irene Montero también tuvieron su momento) quienes, imbuidos de un narcisismo y una autocomplacencia sin límite ni pudor, engolan la voz para asegurarnos que todo aquello que regurgitan pasa de inmediato a ser 'Historia', así, con mayúscula.
Creo que, en realidad, el problema reside en el concepto erróneo que trabuca 'pasar a la historia' con 'ser historia'.
Porque nadie sabe realmente qué parte del presente que nos ha tocado vivir quedará en los anales históricos, y qué parte se diluirá sin remedio en el olvido. Otra cosa es ser 'Historia', puesto que cuando de alguien se dice que 'ya es historia', el juicio es justo el inverso, y significa que esa persona ha quedado relegada al desván de trastos viejos de la memoria colectiva y, con ella, todas las vestiduras coloridas de su jactancia.
Quien de verdad hace historia nunca llega a saberlo, porque para ello sus acciones deben pasar el tamiz implacable del tiempo, que superpone hechos y contingencias para quedarse, como los buscadores de oro, con un par de pepitas tras batir kilos de lodo.
Además, y como cura de humildad para nuestros próceres, en muchas ocasiones se pasa a la historia por pura casualidad. Valgan un par de ejemplos: el primero es el descubrimiento de América, resulta que fue por error, Colón ignoraba que hubiese un continente entre Europa y las Indias, y, por si fuera poco, tomó cálculos inexactos de la longitud de la circunferencia de la Tierra, puesto que si hubiese tomado el dato real jamás habría emprendido la travesía por la imposibilidad de cumplimentarla con las naos de que disponía; el segundo es aún más aleccionador para estos arribistas, se trata de un artesano cuyo nombre no pasó a la historia puesto que permanece en el anonimato, pero sí es histórica su obra, en la que talló un peinecillo de marfil, hace más de 3.700 años, la frase: «Que este colmillo arranque los piojos del pelo y la barba».
Pues sí, jactanciosos políticos y políticas, la frase histórica más antigua escrita con alfabeto habla de piojos, no del logro de los Sánchez, Díaz o Puigdemont de la época. Así que, para cumplir su presuntuoso sueño de gloria, fama y efemérides, quizá les fuese mejor (y a nosotras, por descontado) que se dedicasen a tallar peinecillos y peinetas (en la primera acepción del diccionario, olvidando la tercera), y dejen de andar machacándonos con titulares huecos que no pasan ni el cedazo de la actualidad inmediata, así que de anclarse en los libros ni hablamos.
Hablen de piojos, olvídense de peinetas (esta vez sí, la tercera), harán mejor servicio a la sociedad, y pónganse a hacer política con mayúsculas, y dejen que la «Historia» se escriba sola.
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