El otoño se acerca
PSOE y PP convocan a los suyos para confirmar lealtades y calibrar las fuerzas en la batalla de la financiación autonómica
España parece estar preparándose para la madre de todas las batallas, con las dos grandes casas, PSOE y PP, convocando a sus huestes para medir ... fidelidades, convencer a los escépticos, acabar con las desafecciones internas y alinear, en suma, a todos bajo una sola voz, antes de ir a la pelea por ese trono que dan los 17 reinos que son las autonomías. El otoño se acerca.
En el bando de los populares, las divergencias radican entre quienes creen que hay que aprovechar para ir a la guerra total, caso de Ayuso, como siempre, o quienes prefieren todavía tantear las posibilidades de un acuerdo de paz ventajoso, porque, no nos engañemos, los señores de los distintos territorios, por mucho que se movilicen bajo el mismo pendón de la gaviota, se miran de reojo entre ellos, a ver quién puede mejorar posiciones en la próxima financiación autonómica. No defienden los mismos criterios de reparto la Comunidad Valenciana que Extremadura, por ejemplo, porque no tenemos las mismas realidades. En el PP han sorteado de momento la trampa del divide y vencerás que les había planteado Sánchez con la negociación bilateral, pero veremos cuando llegue el momento del reparto de verdad.
El nuevo sistema de financiación se ha ido retrasando desde 2014, primero por la crisis que dejaba poco que repartir; luego, sucesivamente, por el desafío catalán, el inesperado gobierno de Sánchez y la pandemia. Cualquier circunstancia es buena para aplazar una patata caliente hasta que se han acabado las excusas: hay dinero en la caja y, además, la necesidad de definir un nuevo reparto para conservar el trono de Moncloa y ese muro antiseparatistas en que se ha convertido Illa.
Es proverbial aquello de mi enemigo me sitúa, y si aceptamos que Cataluña está contenta por el dinero que va a retener, debemos desconfiar entonces desde territorios como el nuestro, porque la tarta es una y aquí hay que aplicar la teoría de los vasos comunicantes; es decir, todos somos adversarios de todos cuando se habla de financiación. Si este es el campo de batalla, que los catalanes gocen de una fórmula singular no es una buen presagio para los extremeños.
Sánchez ha convertido al PSOE en un club que no da explicaciones ni a sus propios seguidores, aceptas o no sus normas
Mezclar el apaciguamiento secesionista con la elaboración de un nuevo modelo de financiación es un nudo de tal tamaño que ya estamos asistiendo a las tensiones que cabría imaginar. En el fondo, es la oportunidad para abordar lo que algunos demandan desde hace tiempo y en lo que esta semana insistía también Vara: no debería tratarse solo de repartir el dinero para que todas las comunidades puedan atender sus servicios públicos, donde hay que poner el foco es en la cohesión territorial.
Pero eso implica tener una estrategia, un horizonte, un plan a medio plazo para definir las bases de un modelo que permita a todas las regiones crecer a la par y evitar desigualdades. Mejorar y profundizar precisamente en la estructura autonómica que nos dimos con la Constitución, no desguazarla como apuntan las políticas de regate corto que van marcando las urnas.
Esa tarea es a la que parece haber renunciado Sánchez, que practica en cualquier caso una alarmante falta de explicaciones, externas e internas. El PSOE lleva camino de convertirse es un club al que si quieres pertenecer tienes que aceptar sus normas, que pueden ser lógicas o ilógicas, pero son las que hay. Las aceptas o estás fuera. Ayer el secretario general se las comunicó de forma somera a todos los demás, y básicamente consisten en hacer la tarta más grande.
Se da la paradoja de que es una coyuntura en la que Gallardo puede salir favorecido, porque le permite ir creándose un perfil propio, pero no el PSOE extremeño como opción electoral; y lo mismo le sucede a Guardiola, con la diferencia de que el PP regional sí está en disposición de sacar provecho, tanto si la financiación acaba siendo buena, como si el nuevo marco supone un retroceso para Extremadura.
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