Banderas, trapos y señoras bien
Marce Solís
Viernes, 27 de junio 2025, 07:24
El divertido grupo femenino de pop Las Bistecs, en su canción 'Señoras bien', retrata con humor y acidez a un tipo muy concreto de figura ... española social, arcaica, vetusta y facha. Este es el estribillo: «Señoras bien, señoras fetén, capitalistas, chochocentristas. Señoras mal, señoras fatal, neobaratas, antidemócratas».
Un retrato que encajaría perfectamente «la señora de los trapos», esa candidata de Vox al Ayuntamiento, ferviente defensora del monumento franquista de la Cruz de los Caídos, que llama trapos a las banderas que no le gustan y que según ella tiene línea directa con el Altísimo. Ni corta, ni perezosa, ni educada, ni demócrata hace unos días al pasar frente al ayuntamiento y ver las banderas expuestas con motivo del mes del Orgullo LGBTIQ+, las ha descolgado por su cuenta y riesgo, llamándolas «trapos» y declarándolas incompatibles con el Corpus Christi. Saltándose la ley sin pestañear y demostrando que su sensibilidad es inversamente proporcional a la diversidad y la pluralidad. A esta «señora bien», convencida de estar en posesión de la verdad absoluta y divina, su partido la defiende asegurando que esas banderas «solo representan a colectivos minoritarios» y que no deben ondear en edificios públicos, donde, según ellos, solo caben «banderas oficiales». Por supuesto, son ellos quienes deciden qué es oficial y qué no.
La palabra «trapo» no es inocente. Denigrar con ella la bandera LGBTIQ+ y lo que representa es un intento deliberado de vaciarla de contenido. Un trapo es un pedazo de tela viejo, sucio, sin valor. Eso es para ellos la lucha por los derechos, la libertad, la dignidad y la igualdad. Lo hacen con el mismo desprecio con el que miran al colectivo al que representa. El mensaje que se lanza al retirar una bandera es muy claro: «No te quiero aquí. No te quiero visible. No te quiero libre».
Resulta paradójico, aunque no sorprendente, que ese mismo partido se apropie sin pudor de la bandera de España, ondeándola en mítines, llevándola como pulsera, luciéndola en sus solapas como si fuera un trofeo y en definitiva manipulándola como si les perteneciera en exclusiva. La transforman así en un trapo, esta vez ideológico y que, en sus manos, deja de ser símbolo de unidad para convertirse en arma de exclusión, división e intolerancia.
En un mundo donde la diversidad es una realidad cada vez más visible y donde los derechos del colectivo LGBTIQ+ están protegidos por ley; actos como este son señales inequívocas de que el fascismo está encontrando resquicios para colarse entre nosotras disfrazado de moral, tradición o fervor religioso.
Pero incluso el trapo más humilde, el que usan quienes luchan por limpiar el mundo de desigualdad y odio, es infinitamente más digno que esa bandera impoluta que algunos convierten en fetiche, agitan como látigo y utilizan para excluir, imponer y dividir.
Que estos días que celebramos el Orgullo no solo sean una fiesta con brillo sino también días para luchar y reivindicar los derechos que nos quieren quitar estas «señora de bien», «señoras del trapo».
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