El calambrazo
Mané Montes
Jueves, 8 de mayo 2025, 07:31
Cuando estás fuera de tu país parece que existe una necesidad, más que imperiosa, de información. Andaba yo por tierras moras cuando, por San Jorge, ... al llegar a nuestro domicilio provisional y disfrutar de wifi, me enteré de que un pub de Oviedo ofrecía chupitos de licor a 50 céntimos si permitías que te asestaran un calambre eléctrico, te grababan y subían el vídeo a modo de promoción. Hay gente para todo, pensé en ese momento. Cinco días más tarde, el 28, ya en Cáceres, en mitad de la clase de yoga se fue la luz, pero al estar en el precario pabellón polideportivo y acostumbrado a la penumbra a la que someten el espacio para fomentar la concentración, el nirvana y, sobre todo, el ahorro, no me sorprendió lo más mínimo. Vimos guardias regulando el tráfico, que nos pasaron desapercibidos en nuestro regreso a casa hasta que una conocida de mi mujer nos alertó de lo que sucedía, al tiempo que nos conminaba a pertrecharnos de pilas, transistor, pan, empanadas y comida fría por si se trataba del Alien Day y Ripley nos diera el mensaje final en Radio 5 todo noticias. Reconozco que también pensé que al barman de Oviedo se le hubiera ido la mano con lo del calambre y hubieran saltado los plomos, pero me pareció demasiado.
Se apagó nuestra fuente de energía más común a la que conectamos todo, desde la nevera hasta la caldera de agua, el frigorífico, la tele, la vitro…
Se fue la luz pero se encendió el recuerdo: el de la pandemia, aunque esta vez, si te asomabas a la ventana no veías las calles desiertas sino todo lo contrario. El tráfico era frenético y la estampida de peatones también. Pude ver gente animada que llenaba terrazas como queriendo apurar la última cerveza fría sobre la faz de la tierra. Compré el pan y unas empanadillas y regresé tranquilo porque, como nieto de la posguerra, siempre mantengo una despensa con conservas, pastas, legumbres y apaños para una semana. En el transcurso de la tarde, mientras aún duraba internet, conseguí escuchar Radio Nacional con un mensaje tranquilizador.
Ahora, a toro pasado, nos reímos de la anécdota, pero cuando han transcurrido diez días y aún no sabemos exactamente lo que ha sucedido, la losa de la vulnerabilidad cae sobre nosotros implacable. Si no ha sido un accidente ni un sabotaje, solo puede tratarse de una ineptitud. Si algo tan estratégico como la fuente de energía más importante, capaz de paralizar un país, está en manos privadas y estas confían su dirección a deshechos de tientas políticas, que colocan a sus figuras en presidencias a través de puertas giratorias, esto no será una anécdota sino un hecho que, por desgracia, tiene visos de volver a repetirse.
En pleno proceso de rearme ante nuestros potenciales enemigos vamos y les enseñamos el culo, les mostramos nuestro talón de Aquiles y lo fáciles y vulnerables que podemos llegar a ser.
Creo que cojo unos días y marcho para Oviedo, hay luz y chupitos.
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