Urgente: operación avestruz
Europa no sabe dónde escrudiñar el firmamento para observar alguna nueva estrella, habida cuenta de que, dentro de poco, quizá Marte este prohibido y no se podrá explorar con satélites que no sean propiedad de un tal Musk, el que alza el brazo al estilo nazi
Luis Ángel Ruiz de Gopegui Santoyo
Periodista
Martes, 28 de enero 2025, 07:28
No es un safari a la antigua usanza ni una salida de tono: algo más sencillo, una llamada desesperada a seguir militando –mientras nos deje ... la salud– en la esencia y en la existencia humana.
Los que tenemos una edad provecta (vamos, que hemos llegado a viejos), solemos echar la vista atrás, sin rencor ni nostalgia, habida cuenta de que el futuro no depende nosotros y se nos antoja más bien corto de recorrido. Pero mirar al pasado no nos lo devuelve, y por lo tanto pudiera ser una inutilidad, una pérdida vulgar de tiempo, cuando no sepultarte en un estado depresivo.
Así, que mejor encarar el hoy y lo que nos dejen de mañana. Seguir por vocación y profesión el acontecer a través de los medios de comunicación, tan abundantes y variados, tanto en soporte físico como digital, te puede abocar a una situación límite, algo como ese viejo lugar común denominado «al borde del infarto».
La realidad es la que es y Caronte sigue haciendo su rutina viajera. Amén de las enfermedades inherentes al ser humano, a las calamidades que la madre naturaleza (sí, madre, aunque pueda parecer madrastra de un mal cuento) nos regala (¿) cada cierto tiempo, no hay nada más destructivo que la acción del llamado rey de la creación: usted y yo, sin ir más lejos.
Porque usted y yo hemos logrado la química perfecta para crear este «statu-quo», y nos ha costado muchos años, muchos siglos. ¿Por qué nos vamos a rasgar las vestiduras e invocar a los sepulcros blanqueados? Acaso Hitler, sin retroceder mucho en el calendario, ¿fue una anomalía histórica? O fruto de muchas eras en las que el hombre siempre fue un lobo para el hombre.
Ya ven, podríamos hablar de la lluvia beneficiosa –cuando no se desbordan los ríos– para nuestros campos en donde germinarán los productos para alimentarnos, aunque en muchos lugares (siempre dicen que remotos) sigan con hambrunas; o de que el turismo ha batido récords y supone un 14% de nuestro PIB, con lo cual la economía (¡Oh! perdón, la diosa economía) seguirá creciendo para pasmo de Europa. Y por estos predios, la Extremadura de nuestros amores ya prepara sus carnavales para disfrute del pueblo.
¿Por qué tanto pesimismo? Ucrania está muy lejos, Gaza ya es difícil situarla en el mapa por lo reducida que ha quedado, y aunque nos suban los aranceles en las importaciones, tendremos que consolarnos con las cosechas propias, y hasta otra, que no hay mal que cien años dure.
Trump, pero ¿quién es ese señor con ese pelo? ¿Que a partir de ahora la verdad será más que difícil encontrarla y que todo lo que acontezca en el mundo serán «hechos alternativos» según declaraciones del mandamás estadounidense y los nuevos dueños del mundo digital? Ya, si ya sabíamos que solo existen hombres y mujeres, y animales, y peces, y árboles, y mosquitos, que no hablamos de sexo, si tendencias, ni zarandajas que no vienen a cuento. Si quieres arroz, lo pagas al contado y al dueño del mercado, que es el zanahorio, querida Catalina.
Tengo un sobrino con nacionalidad estadounidense y le he recomendado, vía pensamiento positivo, que no hable en español, no lo confundan con un 'pelao' mexicano, o venezolano, o colombiano… y lo pongan ipso facto en la frontera, y si se descuida y protesta, en Guantánamo.
Las noticias de todos estos medios me han sepultado, de golpe y porrazo. Europa no sabe dónde escrudiñar el firmamento para observar alguna nueva estrella, habida cuenta de que, dentro de poco, quizá Marte este prohibido y no se podrá explorar con satélites que no sean propiedad de un tal Musk, el que alza el brazo al estilo nazi. ¿Quién habló de un nuevo sistema económico, de relaciones comerciales, de gravámenes, de exportaciones, de si en vez de productos chinos hay que consumir los del país de las barras y estrellas?
Me parece que retorna el viejo lema del periodismo: las buenas noticias no venden, así que vamos a por todas, que la crisis nos devora. Un cataclismo, personalizado, encaramado a lomos de las mentiras más zafias, burdas, increíbles, absurdas, ridículas, pero con carga destructiva, amenaza el futuro de Occidente. Mas, no lo olvide, usted y yo, y millones de personas, han erigido a este señor que representa una amenaza global. Aquí, en Hungría, en Italia, en Israel, en Rusia, en media España… Ya llegará la hora de los golpes de pecho, si es que llegan.
Así que, con permiso, se me ha ocurrido que la solución está en nuestras manos: hay que hacer como los avestruces, meter la cabeza en un hoyo, cuanto más profundo mejor.
Ya, ya, pero a usted, y a mí, nos han congelado las pensiones porque no han sido capaces de ponerse de acuerdo algunos de los grandes (¿) partidos políticos de este pequeño país, un 'brick' cualquiera, que no merece la atención del nuevo dueño del orbe.
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