La justicia, el mandar y otras cosas de tocar
javier cruces
Viernes, 23 de diciembre 2022, 07:48
No sé cuántos golpes de estado llevará ya este país. Miedo da. Entre los prolíficos, los 'coitus interruptus' –pistola en mano–, y los que vuelan ... diariamente en el Congreso con dedo acusador, he perdido la cuenta. Si en la primera década del dos mil la palabra más buscada en Google fue «porno» y la segunda «ponro», en esta acabará siendo golpe de estado y populismo. La falta de originalidad en el Congreso pronto se declarará patrimonio de la humanidad por la Unesco. Se acabaron los discursos elegantes y el político claro. En realidad, se acabaron hace mucho. Ahora, todo es nebuloso, una tormenta. Se ven relámpagos, se escucha el tronar, pero no sabemos qué carajos pasa ahí dentro.
Hace unos días, una señora que hacía la compra me preguntaba qué estaba pasando. Se llamaba Remedios y lamentaba mucho no saber, aunque bien se aseguraba cada mañana de poner el transistor a la derecha y a la izquierda porque no quería que le vendieran milongas. «Si todos los días escucho lo mismo, pensaré lo mismo. Es lo que le pasa a la mayoría». Por mucho que escuchaba que la izquierda quería dar un golpe cambiando cierta ley y que ahora los jueces, que resulta que son de derechas, también querían dar un golpe impidiéndolo, no se aclaraba. «Ya no sé a quién insultar. Me parecen dos niños pequeños echándose culpas». «No creo que sean bebés», le contesté yo. «Pues dos tíos midiéndose la churra». Esa falografía de la política española me hizo gracia, por lo acertado de la comparación en una era cómica en la que para defender a una mujer, se libera a su violador.
Como tenía tiempo, intenté compartirle de forma resumida la idea que tenía yo también del tema. Si me metía en lo de los tres quintos, los vocales, que un magistrado no es lo mismo que un jurista, que estos eligen a unos y otros a otros, me hubiera dado con la barra de pan, así que fui a lo principal: «Mire usted, Remedios, el asunto es que no se aclaran porque cada uno quiere poner al juez que más le gusta». «Pero eso es como poner al zorro a cuidar el gallinero ¿Cómo va a ser eso? Aquí el que no está loco está deseando ponerse». Sabiduría popular. Con los zorros y las gallinas, Remedios acababa de dar en el clavo y me fui a casa rumiándolo. ¿Cómo era posible que el español hubiera aceptado esa idea? Que el político seleccione minuciosamente a aquellos que podrían hacer que se chupase cinco años de cárcel. ¿Por qué querrían elegir a un juez de su gusto? Obviedad abrumadora.
Soy de la generación a la que le soltaban en Ciencias Sociales eso de Montesquieu sobre la separación de poderes para sostener una democracia. Aquella inocente remesa que creyó a su profesor, aparentemente también engañado. No puede haber auténtica libertad ni seguridad si hay jueces manchados de tinta roja o azul. Todo lo demás es mafia y conjura. Aunque cuando entiendes que son los políticos los más interesados en saltarse las leyes, todo comienza a rimar.
Si vuelve el Gurb mendocino y tiene la mala puntería de aparcar en España y no en Estados Unidos y, qué sé yo, por casualidad preguntase por la política del país, le recomendaría la película ‘El Padrino’ para su perfecta comprensión tentacular. La otra opción sería ‘La cena de los idiotas’, pero prefiero pensar que la gente actúa por maldad y no estupidez. Con lo segundo estaríamos bien jodidos.
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