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JULIÁN RODRÍGUEZ PARDO
Lunes, 21 de abril 2025, 23:10
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JULIÁN RODRÍGUEZ PARDO
Lunes, 21 de abril 2025, 23:10
Patricia Úriz, la segunda exmujer de Koldo, el del PSOE, llegó hace unos días a declarar al Senado vestida de tuareg: gafas de sol, peluca ... y, sobre todo, un pañuelo que le cubría la cabeza, media cara y, si se despista, ¡hasta la boca! El presidente de la comisión de investigación, al no poder identificarla, dijo que creía que ella era quien decía ser. Aunque a mí, la verdad, me pareció una bereber despistada que se había confundido de desierto mientras peregrinaba por África. Pero la fe tiene estas cosas extrañas: hay que creer sin ver.
Los cuatro evangelistas coinciden en señalar que, en la escena de la pasión de Cristo, al pie de la cruz, se encontraban San Juan, la Virgen María, la mujer de Cleofás y María Magdalena. Esta última fue la primera en ver a Jesús resucitado, antes que ninguno de los doce apóstoles. Porque la Magdalena fue quizás –aunque apenas se hable de ello– una de sus discípulas más fieles. Después, sí, se les aparecería a esos doce hombres mientras se hallaban reunidos en un cenáculo. Y, posteriormente, a Santo Tomás quien ya había dicho que, si no veía en sus manos las heridas de los clavos, no creería. Y ahí es donde yo imaginé al santo –un incrédulo– palpando la cara tapada de Patricia y repitiendo su papelón de los evangelios... ¡Ejem!
Lo de la primera aparición de Jesús resucitado ante María Magdalena tiene su razón de ser. Ella, junto con otras mujeres, le seguían y atendían –también a los discípulos– donde fuese. Y aunque la tradición popular la sitúa como una prostituta arrepentida, no hay constancia de ello en los evangelios. Una decepción porque esa biografía –sobre todo cuando uno es adolescente– da vidilla a la clase de religión. Pero las escrituras solo recogen que Jesús expulsó de ella siete demonios –a mí con uno ya se me atasca la conciencia…– y no aluden en absoluto a que hubiera algo sexual en su pasado. Fue el papa Gregorio I quien, confundiéndola con otras mujeres bíblicas, deslizó sin querer una interpretación errónea de su historia. Exactamente igual que le ocurre a Jéssica Rodríguez –la amiga entrañable de Ábalos– quien, según algunas informaciones, pudo haber salido de un catálogo de prostitutas y, según ella misma, tenía una relación sentimental monógama con el exministro. ¡Sí, el mundo está lleno de gente con fe! ¡Aleluya!
La flagelación de Jesucristo fue tan cruenta que, una vez clavado en la cruz, probablemente no vivió más de tres horas. Cuando me pregunto cómo su madre, María, pudo soportar su propio dolor al contemplar el de su hijo, comprendo lo que escribió Enrique Cases al glosar la predilección de Jesús por su discípula María Magdalena: «Las mujeres entienden mejor que los hombres, quizá porque saben mejor que el amor y el dolor son inseparables».
Patricia Úriz, por cierto, explicó que había acudido vestida así al Senado –en plan tuareg– para evitar ser reconocida públicamente y que su hija pequeña pagase las consecuencias. Pero, de los más de doce folios de preguntas que le plantearon en la comisión, no contestó a ninguna. Las he repasado estos días y creo que, si no respondió, fue porque a sus señorías se les olvidó formular la esencial: ¿Viene usted de África? Si dice que no..., ¡es ella! Seguro.
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