El favorito
Me asombró la calma con que Robert Frank Prevost se asomó a la plaza de San Pedro
Julián Rodríguez Pardo
Lunes, 19 de mayo 2025, 22:46
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Julián Rodríguez Pardo
Lunes, 19 de mayo 2025, 22:46
Aunque tengo algún conocido sacerdote, ninguno de mis amigos lo es. Y eso que estuve a punto de hacer doblete con dos vocaciones que la ... realidad liquidó con la naturalidad con que siempre te aparta del camino que no debe ser: a uno le gustaban demasiado las mujeres y la sotana no era la mejor manera de presentarse en Chaston –una discoteca coruñesa experta en reciclaje de material de última hora–; y al otro, su preceptor le hizo elegir entre los reclinatorios del oratorio y los grifos de cerveza de los bares. Yo, que me imaginaba recorriendo la columnata de Bernini a bordo del papamóvil, he tenido que conformarme con montarme en el coche –y sin etiqueta ecológica– de otro amigo que, en su labor evangelizadora, ha explicado por medio mundo, y con hechos, lo del sexto y el noveno mandamiento. Así que espero el momento en que aparezca una mujer exótica con un retoño en brazos que le diga papá. Sí, sin mayúscula y con tilde en la última a.
Supongo que por el bien de la Iglesia católica no me han llamado para hacer acto de presencia en las exequias del papa Francisco. Aunque, tras ver 'Cónclave' –la película–, me temo que ese podría ser un viaje sin retorno: me obnubilo contemplando los frescos de la Capilla Sixtina, el arzobispo Ravelli pronuncia el «extra omnes» –fuera todos– sin que me dé cuenta… ¡Y acabo encerrado dentro! Como soy tan dicharachero, de ahí a convertirme en Papa no hay distancia. ¡Mil cuatrocientos millones de ciudadanos a gobernar! ¡Y con sus almas correspondientes! Que, por cierto, deben dar muchísima lata. Y eso sin contar las del cielo que, imagino, están bajo otra jurisdicción. Personalmente espero que las del infierno recaigan sobre Adán y Eva porque, con la broma de la manzanita, esos dos no se merecen otra cosa.
De lo sucedido el 9 de mayo les diré que me asombró la calma con que Robert Frank Prevost se asomó a la plaza de San Pedro. Como si toda su vida se hubiera estado preparando para perder su nombre originario y convertirse en León XIV. Quizá porque fuera consciente de que aceptar lo inevitable es mejor que rebelarse contra ello. Sin embargo, como ocurre frecuentemente desde 1958, cuando fallece Pío XII, no estaba entre los favoritos. En el debate sobre el sucesor olvidamos que la influencia de un Papa en la elección del siguiente es mayor de lo que podamos pensar porque el nombramiento de nuevos cardenales, durante su pontificado, modifica enormemente quiénes serán los siguientes electores. Y también discutimos sobre si un papable es conservador o progresista olvidando que la religión no es solo una cuestión moral, sino algo mucho más complejo.
En los días previos al cónclave me comentaban unas amigas que apostaban por el arzobispo de Madrid, José Cobo. Les parece un hombre guapo y andaban tan alborozadas con lo de su Papa sexy… ¡que hasta querían volver a misa los domingos! Yo lo vi demasiado joven –sesenta años– porque no es bueno eternizarse en ningún cargo y, en este caso, hay que fallecer en un tiempo razonable. Así que me preguntaron por mi favorito y, como ahora a ustedes, les dije la verdad: «Estoy entre Amaia Montero y Leire Martínez». ¡Seguro que por eso no me invitaron!
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