Apología del localismo
Julián Carretero
Miércoles, 8 de noviembre 2023, 07:59
Higuera la Real (mi pueblo) y Fregenal de la Sierra apenas están separados por cinco kilómetros. Corría el mes de mayo de 1968 y las ... tardes, desde las cinco que salíamos de la escuela hasta el oscurecer, nos cundían bastante para la calle y el juego. Había pasado ya la época de las aceitunas, las bellotas y las matanzas y los muchachos retornábamos a la normalidad de las aulas, el recreo, las salidas de 'gira' y la pelota.
Y en esto, que una tumultuosa incursión bicicleteada de escolares panchurros (gentilicio que usamos para nombrar a los frexnenses) por las calles higuereñas sirvió de detonante, para a través de la red social del boca a boca, nos convocáramos para cuarenta y ocho horas después en la 'cruz de cuatro caminos' y armados con tirachinas y arcos fabricados con varas de olivo y flechas de varillas de paraguas, fuéramos prestos a la guerrilla por lo que entendíamos un gravísimo agravio local. La sangre no llego al río pero dejamos claro que la frontera era la frontera.
Por supuesto no éramos conscientes por edad ni por el contexto social y político de la España de entonces, que nuestra 'guerrilla tribal', en contraste, coincidía en mes y año con la que se desarrollaba en las calles francesas, llamando a la libertad, el internacionalismo, solidaridad e igualdad mundial. Tampoco lo éramos que cientos de miles de extremeños, padres, hermanos y familiares, por esas fechas emigraban traspasando nuestras fronteras locales, provinciales, regionales y española buscando una vida mejor. (Entre 1960 y 1975 más de 600.000 extremeños emigraron a otras regiones españolas y al extranjero).
El historiador griego Estrabón (Siglo I) ya decía de los habitantes de Iberia, que lo más fácil del mundo era enrolar a unas tribus contra otras porque el orgullo local impedía juntar fuerzas para afrontar empresas comunes. Parece que aquella apreciación no era descabellada, dado lo amplificada que ha llegado a nuestros días.
En Extremadura sabemos bien la proyección negativa que el localismo exacerbado nos ha reportado a lo largo de la historia. El provincialismo surgido en el siglo XIX, con Cáceres y Badajoz viviendo de espaldas y casi antagónicas, hasta bien entrada la etapa autonómica y sus capitales alejadas social, económica y culturalmente. La polémica ubicación universitaria y la surgida sobre la cuestión autonómica y su capital son otras muestras del dislate localista. La guinda de este desatino, el intento de frustrar el proyecto político probablemente más significativo de las últimas décadas: Unir en un solo municipio Don Benito y Villanueva de la Serena.
Para colmo, días atrás, a la presidenta de la Junta de Extremadura, sin su reproche y por tanto suponiendo su beneplácito, le sale un consejero 'apologeta del localismo' arrojando gasolina sobre unos fuegos entre ciudades, que ya se apreciaban bastante inertes. Aunque no tenemos por qué pensar que el desliz fue intencionado, tampoco sería sensato atribuirlo a la bisoñez del personaje.
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