Guardiola se equivoca
Juan Carlos Zambrano
Domingo, 9 de marzo 2025, 23:17
Plano secuencia interior de bar, más bien tasca. Barra de madera pulida por el roce. Tras ella, la propietaria, trapo ¿blanco? al hombro, con la ... vista fija en un horizonte de imágenes mudas del televisor. Vitrina con parvos aperitivos que ya acusan la 'fatiga de materiales'. Moscas perezosas esquivando las lánguidas acometidas con el trapo de limpiar. Parroquianos adustos atornillados a la barra, clavados los ojos en los chatos de vino que tienen ante sí. Sea lo que sea que busques, no está en el fondo de ese vaso, y si estuviera, el vino turbio no te dejaría verlo. Afuera empieza a extinguirse la tarde, pero las luces del bar siguen apagadas. Quizá la propietaria está concienciada con el cambio climático, o tal vez no quiere despertar a quienes dormitan en alguna mesa, o que la luz desvele los secretos altamíricos de las paredes. Me acerco a la barra. La dueña, tras pausa dramática, suspira y me interpela: «¿Quiere algo?». Antes de que pueda responder, oigo a uno de los parroquianos de barra y palillo movedizo: «Guardiola se equivoca». Otro le da la razón: «Pues sí, ni con tó el dinero de los moros gana la Champions». El que ha hablado primero se revuelve, tajante, extrayendo escarbadientes para agitarlo remarcando énfasis : «¡Que no, modorro, que estás siempre con el puto furbo! Digo la Guardiola, la de la Junta».
No hay ni más explicación ni réplica. Pero a mí se me ha clavado la sentencia «Guardiola se equivoca», y hasta he olvidado a qué iba, de modo que cuando la dueña me espeta: «¡Que si quieres algo!», balbuceo una excusa y tomo el camino de la calle. A mi espalda suena el dictamen de un parroquiano «otro atontao», «o drogao», apostilla el segundo.
No me lo puedo quitar de la cabeza. «Guardiola se equivoca». Tres palabras, como el 'Carthago delenda est' de Catón. Poco a poco voy construyendo el discurso que justifica el veredicto. Cierto, Guardiola se equivocó al pactar la investidura con simples mensajeros, y no con el único que con su pulgar arriba o abajo puede decidir.
Se equivocó también pensando que podía acordar los presupuestos con un partido convulso, sumido en una purga interna. También se equivocó al reclamar la adhesión del delegado de Sánchez en Cataluña para mantener Almaraz, cuando para que prosperase esta alianza debía proponerla a quien ha fijado residencia donde Napoleón fue derrotado. Pero aún está a tiempo de enmendar el yerro. Debe para ello recordar la máxima «Con Dios, todo; sin Él, nada». Que aproveche algún viaje a Bruselas para desviarse unos pocos kilómetros. Ofrezca el voto del emigrante extremeño y una casita en Elvas (de momento el conseguidor no puede morar en España) a cambio de Almaraz, AVE, autovías y una financiación autonómica adecuada para Extremadura. Ya puestos, ofrezca el catalán en las escuelas de idiomas extremeñas y exija como contrapartida un aeropuerto internacional, el Ruta de la Plata, un plan de inversiones industriales y compensaciones por la exportación de energía. Todo es posible, no en Granada, sino en Waterloo. «Pedid y se os dará», dirá Carles el Magnánimo si se le sabe camelar. No olvide Guardiola que lo importante no es quién figure como dueño en las escrituras del castillo, sino quién tiene las llaves de la puerta y del tesoro.
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