Las renovables no necesitan ni más Almaraz ni las demás
La aportación energética del parque nuclear es escasamente un 7% en España, que con el desarrollo de las renovables no sirve para ir apagando y encendiendo reactores según necesidad, es decir, para nada son flexibles para hacer un mix
José Mª González Mazón
Domingo, 4 de mayo 2025, 23:31
La energía nuclear, después de 70 años de funcionamiento, constituye el mayor desastre tecnológico, humano y económico de la historia. Hay tres elementos fundamentales que ... explican la descomunal campaña del supuesto auge de la energía nuclear, precisamente en el momento de su decadencia tecnológica y final de su funcionamiento a nivel mundial.
1.- El interés militar de vinculación con el átomo civil, en todos los procesos desde la explotación mineral del uranio hasta la reutilización de los residuos radiactivos.
2.- El subsidio económico, financiero y de seguros civiles de los estados a las empresas propietarias de las centrales.
3.- La ocultación sistemática del funcionamiento real de una tecnología siempre en riesgo con incidentes continuos, y produciendo residuos radiactivos altamente mortales.
Los riesgos ambientales y sanitarios de todas las centrales nucleares, incluso durante su funcionamiento, siempre han procurado ocultarse debido a las artimañas propias del negocio empresarial a nivel internacional. Por una parte, complicidades desde la propia minería, la construcción de la central y el implacable legado residual radiactivo y por otra a la dificultad de tener estudios de incidencia en la salud pública: los expertos médicos vuelven a recordar el crimen perfecto: «No es tiempo suficiente para conocer el impacto sobre la salud humana. Hay un periodo de latencia de los efectos de las radiaciones» (ver Eduard Rodríguez Farré: 'Casi todo lo que usted desea saber sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente'. 2008).
En España se ocultaron también graves accidentes: Palomares (1966), reactor de la Junta de Energía nuclear (1972), y el grave incendio del reactor de Vandellós-1 en 1989 (central inaugurada en 1972), que estuvo a punto de originar un nuevo Chernóbil y en el que la voluntariedad, de los trabajadores, y el azar, lograron controlar.
Ninguno de los restantes reactores, previstos 38 en 1975, que los movimientos ecologistas lograron reducir a 10, de tecnología mayoritaria norteamericana (Westinghouse) lo han hecho mucho mejor. Desde luego sí hemos rozado incidentes graves: fuga del refrigerante en Almaraz I (1988), fallos en las bombas de refrigeración en Almaraz (2016), servicios de aguas esenciales de Vandellós-2 (2004), escape de partículas de Ascó (2008), y todas las imperfecciones tecnológicas, así como el abandono de la cultura de seguridad (de los planes de evacuación externa, por ejemplo) que poco a poco han ido surgiendo en cada una de las centrales a pesar de todo lo incorporado después del accidente de Fukushima. En 2024, la central de Almaraz fue la que tuvo más incidentes registrados, y quince días antes de la convocatoria gubernamental extremeña por tres años más, tuvo dos paradas no programadas. (Ver: 'Amanecer sin Almaraz. Informe acerca del historial de Almaraz'. Adenex. 1981-2025)
La realidad es que la aportación energética del parque nuclear, hoy es escasamente un 7% en España (32 países generan aproximadamente una décima parte de la electricidad mundial) que con el desarrollo de las renovables no sirve para ir apagando y encendiendo reactores según necesidad, es decir, para nada son flexibles para hacer un mix. Las plantas de respaldo son, desde luego, las hidroeléctricas (reversibles o no), como transición hacia el almacenamiento y ahorro energético. Por otra parte, es una industria incapaz de resolver la gestión eterna de los residuos radiactivos y por tanto, también, su financiación, acostumbrada a que sea el recibo de electricidad, y los presupuestos del estado quien lo lleve a cabo.
Otra cuestión es reconocer el loby electronuclear en España asociado a las multinacionales propietarias de las centrales. Como desde hace tiempo ya no puede influir tan fácilmente en el ente que las regula, el Consejo de Seguridad Nuclear, pues no les ha quedado más remedio que vincularse con los partidos de la oposición situados ahora en permanente campaña electoral.
¿Qué sentido tiene, pues, ampliar, alargar, seguir teniendo más incidentes con Almaraz (tres años más)?
Un reciente informe de la influencia económica y social de los dos reactores atómicos en la zona lo ha dejado muy claro. Los ayuntamientos han recibido millonadas durante estos más de cuarenta años y ni han sostenido a la población ni han creado un tejido industrial a sabiendas que se trata de una industria con fecha de caducidad (AMAC. 2021. Informe de impacto socioeconómico del cierre de la CNA).
¿A quiénes beneficia inflar falsas expectativas a costa de abusar de las instituciones públicas que ciertos ayuntamientos y diputaciones representan en la zona de Almaraz?
El gobierno anterior de la Junta de Extremadura ya dio prioridad a las empresas propietarias de la central para ocupar miles de hectáreas (sin estudios de protección a la biodiversidad) donde instalar sus parques fotovoltaicos en Extremadura (Iberdrola en Cáceres y Endesa en Badajoz), y a la vez para impedir que el modelo descentralizado, comunitario y municipal de electricidad renovable (las comunidades energéticas locales) jugaran un papel decisivo precisamente para nuestra supervivencia y de la propia biosfera de la Tierra.
Las renovables comunitarias, las comunidades energéticas locales, tanto para la industria como para las actividades comerciales y domésticas, con modelos de redes de gestión ciudadana son imparables, resuelven el consumo necesario y también el reciclaje y almacenamiento, así como promueven un ahorro energético en torno al 25% del consumo actual.
La sociedad necesita los servicios que nos aportan las tecnologías y nunca modelos en enganche continuo y creciente como así nos obligan las centrales nucleares.
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