Borges y la Argentina de Milei
Joaquín Cuello Martínez-Pereda
Viernes, 26 de julio 2024, 23:31
Cuando le preguntaron al maestro Jorge Luis Borges (1899-1986) acerca del acontecimiento más determinante de su vida contestó que lo que más le influyó ... fue la biblioteca de su padre; no es de extrañar que alguien así, con ese recuerdo, terminara pasando merecidamente a los anales de la literatura universal.
Entre su obra en prosa destacan una serie de títulos iniciales escritos durante los albores de la convulsa década de los años 30 del siglo pasado, 'Evaristo Carriego' (1930) y 'Discusiones' (1932).
En el primero de ellos, Borges, además de recorrer escenarios entre lo real, lo imaginario y lo gauchesco, en los que se suceden el barrio de Palermo, las calles de Buenos Aires y sus arrabales, a la hora de abordar su particular 'Historia del tango', dice lo siguiente: «El argentino hallaría su símbolo en el gaucho y no en el militar, porque el valor cifrado en aquél por las tradiciones orales no está al servicio de su causa y es puro. El gaucho y el compadre son imaginados como rebeldes; el argentino, a diferencia de los americanos del norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Ello puede atribuirse al hecho general de que el Estado es una inconcebible abstracción; lo cierto es que el argentino es un individuo, no un ciudadano».
Estas palabras condensan, en apenas unas líneas, la tendencia que explicaría lo que parece una constante en la historia de Argentina, esa querencia a la inestabilidad y propensión a la personificación del líder, que permite inferir su carácter mesiánico. Leyendo el texto, resulta inevitable pensar en la figura de Javier Milei, como si lo expresado por Borges profetizase su llegada casi con un siglo de antelación. Aunque lo cierto es que, pese a cumplir, y con creces, con ese perfil preconizado, no se trata de una excepción en la Argentina contemporánea; antes al contrario, podrá tratarse del personaje más histriónico y soez de todos, pero no del único que lo ha encarnado.
El carácter profético de las palabras transcritas invita a ver en ellas una explicación suficiente, más literaria que científica, pero explicación al fin y al cabo, de lo que ocurre en un país como Argentina en el plano político. Pero, si se aborda la lectura del segundo título, 'Discusiones', afloran nuevos argumentos que redundan en la misma idea de individuo único.
La primera de las disquisiciones en las que entra el escritor porteño al inicio de su obra es la de la naturaleza de esa suerte de género literario que constituye la poesía gauchesca, dedicándole las siguientes palabras al que está considerado el poema por antonomasia de los pertenecientes a su género, el 'Martín Fierro', de José Hernández: «La estrafalaria y cándida necesidad de que el Martín Fierro sea épico ha pretendido comprimir, siquiera de un modo simbólico, la historia secular de la patria, con sus generaciones, sus destierros, sus agonías, sus batallas de Tucumán y de Ituzaingó, en las andanzas de un cuchillero de mil ochocientos setenta. 'Oyuela' (Antología poética hispano-americana, tomo tercero, notas), ha desbaratado ese complot. «El asunto del Martín Fierro», anota, «no es propiamente nacional, ni menos de raza, ni se relaciona en modo alguno con nuestros orígenes como pueblo, ni como nación políticamente constituida. Tratase en él de las dolorosas vicisitudes de la vida de un gaucho, en el último tercio del siglo anterior, en la época de la decadencia y próxima desaparición de este tipo local y transitorio nuestro, ante una organización social que lo aniquila, contadas o cantadas por el mismo protagonista».
Como puede constatarse, existe una tendencia social más o menos generalizada en Argentina que el autor trata de refutar y que se muestra propensa a identificar la poesía gauchesca con la épica, fenómeno similar en ese caso a aquél otro que pasa por identificar épica y política. Resulta evidente que el presidente Milei, como tantos de sus predecesores, pero con aun más descaro y mal gusto, se adscribe al grupo de los que comparten una concepción épica de la política, y es ahí donde los problemas de Argentina como país se acrecientan. Puede que incluso se identifique en su fuero interno con el mismísimo Martín Fierro.
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