Después de mí, «naide»
A Morante no hay que medirlo con sus compañeros de escalafón, sino con los grandes toreros de la historia
Felipe Traseira
Miércoles, 18 de junio 2025, 22:51
Críticos taurinos y aficionados sostenían hace unos años que el número uno del escalafón de toreros era Roca Rey, basándose en sus cualidades personales y ... en la inexistencia de competidores: Morante, por su frágil salud, y 'El Juli' o Ponce por sus retiradas. Nunca compartí esta opinión. Desde hace tiempo, para mí, el número uno ha sido Morante. Fue Rafael Guerra 'Guerrita' quien pronunció esta frase con que rotulo esta columna, que debería aplicarse ya a Morante de la Puebla. El cigarrero es hoy el rey de los toreros, a gran distancia de los demás, incluído Roca Rey. Si regresaran Ponce o 'El Juli', tampoco harían sombra a Morante. Todos ellos son toreros de gran valor, con muy buena conexión con los tendidos, pero carentes de la hondura de aquél. A Morante no hay que medirlo con sus compañeros de escalafón, sino con los grandes toreros de la historia. Es decir, estamos ante un torero de época, irrepetible, tanto en su torería como en su personalidad taurina/humana. La lentitud con que mueve el capote y la muleta, consiguiendo una gran plasticidad, y el valor de que hace gala al llevar, en un pequeño espacio de terreno, muy embarcados y ceñidos a los toros son portentosos. Le vi en la pasada Feria de San Fernando de Cáceres, en la que, con toros descastados de Domingo Hernández, sólo pudo cortar una oreja a su segundo, no consiguiendo faenas redondas pero sí importantes. Seguí al diestro hasta el Hotel Extremadura, donde mi mujer logró entregarle una columna que, con motivo de su reaparición en Olivenza –fallida por la lluvia– yo le había dedicado, 'Como agua de mayo', e incluso fotografiarse con él.
Naturalmente, no me perdí a Morante en San Isidro, por televisión. Su actuación en la corrida de la Beneficencia, el 8 de junio, me hizo saltar del asiento. Con toros de Juan Pedro Domecq, nobles pero con la fuerza justa, Morante consiguió faenas muy completas, que enardecieron a los tendidos. A petición mayoritaria del público, consiguió dos orejas en sendos toros. Ya podía salir por su ansiada puerta grande madrileña.
Fue emocionante ver cómo gran número de jóvenes –entre los que iba su hijo mayor– , le llevaron a hombros por el ruedo y, tras atravesar la puerta grande, fundirse con una masa cada vez más enfervorizada y encaminarse hacia el hotel Wellington. Esta vuelta de los jóvenes a la Fiesta Nacional y el hecho de que bastantes tardes durante la Feria de San Isidro se colgara el cartel de 'No hay billetes' suponen una revitalización de la tauromaquia.
Un servidor tiende al desorden y al despiste, razón por la cual la escritura es tan balsámica para mí. Cada columna se convierte en una especie de puzzle, obligándome a ordenarme, a concentrarme, a colocar cada pieza –quiero decir, cada palabra– en su sitio. Algo parecido puede ocurrirle a Morante de la Puebla. Es admirable su lucha consigo mismo para deleitar a los aficionados. ¡Dios le bendiga, maestro!
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