Degradación de las Cortes (y II)
La política frentista gubernamental produce crispación en el parlamento, dañándolo seriamente
FELIPE TRASEIRA
Jueves, 8 de mayo 2025, 07:30
La columna del pasado 10 de abril la titulé 'Degradación de las Cortes', dedicándola a los orígenes del parlamento en España, los más antiguos de ... Europa. La de hoy, segunda y última parte de aquel artículo, constata su gran evolución desde su etapa preconstitucional durante los siglos XIII al XVIII, pasando por nuestro constitucionalismo decimonónico, en que la soberanía popular era compartida entre el rey y el parlamento, hasta llegar a la Transición, en que se convirtió en una institución central de nuestra democracia (Título III CE). El reducido espacio de esta columna me obliga a centrarme sólo en una de sus atribuciones: la del control al Gobierno. El poder político en la democracia constitucional está limitado por la Constitución, las leyes, otros contrapoderes, como el parlamento (controles jurídicos) y los medios de comunicación (controles sociales). Los derechos ciudadanos quedan, así, salvaguardados. Los controles parlamentarios más llamativos, por decirlo así, son la moción de censura y la cuestión de confianza, pudiendo llegar incluso a remover con ellos al Ejecutivo. Pero el control parlamentario habitual va más allá. Es la capacidad de crítica, de transparencia, de discusión, de la pluralidad de puntos de vista. Los problemas más importantes de la sociedad tienen que debatirse en este foro, sentando las bases para su solución. «El parlamento es la pieza fundamental del sistema y el día que no lo fuera la democracia parlamentaria cae, y si es así, la democracia constitucional también». Esta cita pertenece a Manuel Aragón, catedrático de Derecho Constitucional y antiguo miembro del Tribunal Constitucional, que viene alertando desde hace tiempo de las agresiones que el estado de derecho sufre por parte del ejecutivo.
Sin parlamento desaparece la democracia representativa. Por tanto, es difícil no tomar como agresión a nuestro Estado de derecho las intenciones de Pedro Sánchez de gobernar sin el parlamento. Durante la pandemia lo cerró. Y a las preguntas de la oposición, el Ejecutivo no responde, o responde otra cosa, o incluso aprovecha para atacar a la oposición, a la que trata como enemiga y no como adversaria y a la que intenta destruir. La política frentista gubernamental produce crispación en el parlamento, dañándolo seriamente. Las Cortes se convierten en plataforma electoral. Cómo es posible que políticas de Estado, como por ejemplo la cesión del Sáhara a Marruecos, no fueran antes debatidas en las Cortes, al igual que las siempre candentes políticas de rearme o energética, de triste actualidad. De estas habló Sánchez en la sesión de control de ayer, pero mezcándolas en un pleno 'omnibus', lo que es una manera de hurtar el verdadero debate. Por todo lo expuesto no es extraño que Azaña asegurara, en sus 'Discursos en campo abierto', que «los demagogos no gustan del Parlamento».
Finalmente, añadir el daño que sufre el parlamento cuando las mayorías parlamentarias de gobierno son débiles y antinatura, teniendo dificultades para gobernar. Es el caso de Pedro Sánchez, incapaz de aprobar los presupuestos. Termino. Símbolo de la devaluación de nuestro parlamento es la tragicómica jura a la carta de los diputados.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión