La alargada sombra de nuestra Guerra Civil I
Izquierdas y derechas se descalificaron entre sí, acudiendo cuando fue necesario a revoluciones o pronunciamientos militares
Felipe Traseira
Jueves, 18 de enero 2024, 07:53
La Guerra Civil española es el acontecimiento histórico más traumático de nuestra historia contemporánea, no solo por sus efectos devastadores sino también porque sus consecuencias ... llegan hasta la actualidad. El cuestionamiento de la Transición y la polarización de la política actual hunden sus raíces en dicha tragedia. La izquierda no ha aceptado todavía la tesis de que «todos fuimos culpables», sostenida por el socialista de Llerena Juan Simeón Vidarte. Esto es lo que hace posible que puedan levantarse muros entre derechas e izquierdas, cuando, en realidad e inexorablemente, ambas son necesarias. Traigo hoy a mi columna las reflexiones que sobre nuestra Guerra Civil hizo Julián Marías en un librito titulado 'La Guerra Civil. ¿Cómo pudo ocurrir?'. Dejo para la siguiente lo que el cineasta Carlos Saura pensaba sobre la posibilidad de una nueva guerra civil española.
Julián Marías –que participó en la guerra en el bando republicano y que, durante el franquismo, estuvo marginado– queda atónito y perplejo ante lo desproporcionado y monstruoso de nuestra guerra. Pese a los motivos que pudiera haber habido, encuentra la guerra como «algo desmesurado», como una «anormalidad social» (p. 32). Anormalidad que marcaría a los españoles y que –una vez más– les desviaría de su trayectoria histórica, retrasando su incorporación a Europa. Esto lo soluciona la Transición.
Para entender la Guerra Civil, Marías nos da las siguientes claves. 1. La discordia, es decir, «la voluntad de no convivir, la consideración del 'otro' como inaceptable, intolerable, insoportable» (p. 34). Y lo grave fue que se pasara de no aceptar la diferencia a pretender aniquilarse unos a otros. En fin, aparecía de nuevo la eterna España pendenciera e intransigente. La Transición también resuelve esto.
2. La politización, que lo dominó todo: «Lo único que importaba saber de un hombre, una mujer, un libro, una empresa, una propuesta, era si era de 'derechas' o de 'izquierdas' [...]» (p. 44). En su historia sobre la Segunda República española, Josep Pla cuenta la anécdota de cómo un señor ponía en sus tarjetas de visita: «Fulano de tal, ingeniero republicano».
3. La fivolidad. Prácticamente todos los estamentos dirigentes «se dedicaron a jugar con las materias más graves, sin el menor sentido de responsabilidad, sin imaginar las consecuencias de lo que hacían, decían u omitían» (p. 50). Cómo se explica, de no haber sido por esto, que un político de la talla de Azaña, un verdadero estadista, dijera aquello de «España ha dejado de ser católica». ¿No es frivolidad poner al frente de un ministerio a una persona no preparada solo por declararse feminista?
4. La no aceptación de la democracia. Los dos principales partidos de masas durante la República, PSOE y CEDA, patrimonializaron la política al considerar que solo ellos eran capaces de dirigir la nave republicana. No contemplaron que pudiera darse con normalidad la alternancia en el poder, condición sine qua non para que la democracia perdure. Izquierdas y derechas se descalificaron entre sí, acudiendo cuando fue necesario a revoluciones o pronunciamientos militares.
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