La gallardía
Felipe Sánchez Gahete
Viernes, 23 de mayo 2025, 22:58
Los movimientos de Miguel Ángel Gallardo, heraldo de la memoria democrática en nuestro terruño, han demostrado que, para otras cosas, por ejemplo, las que ha ... venido prometiendo, la memoria le falla y, ante una presunta adversidad, su «gallardía» se diluye cual azucarillo.
Mal ejemplo para los que intentamos creer en ciertas cosas, oportuna maniobra que demuestra ágiles reflejos para los suyos. Llueve a gusto de todos.
«Cuando un tonto coge una linde, la linde se acaba, pero el tonto sigue», pues sí, me pasa eso. Quizás tenga idealizada la formación, al menos como yo la entiendo, como también debo de tener la de los motivos por los que alguien decide meterse en política.
Tras una agradable discusión con un amigo le regalé 'La ley de hierro de la oligarquía', de Dalmacio Negro. A Negro llegué desde 'Los partidos políticos', de Robert Michels.
Parafraseando a Lenin y a la libertad te puedes llegar a preguntar democracia para qué. Michels escribió su libro en 1915; lo de Lenin a Fernando de los Ríos fue en 1920. «La organización es lo que da origen a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización dice oligarquía».
«Puto amo» –necesita la dimisión de un diputado y la renuncia de cuatro sustitutos; sin problemas, bwana– cobra todo su sentido.
Michels no pensaba, como creía yo, que esto sucede por una educación inadecuada o insuficiente, por una sociedad no desarrollada o por el poder de unos medios de comunicación en manos adecuadas. El sociólogo alemán nos advertía que el poder lo detenta una oligarquía porque estas circunstancias van unidas de manera inexorable a «todo sistema social complejo». Lo demostró en el estudio exhaustivo de la estructura del partido socialista alemán por mucho que estos creyeran, al contrario de los conservadores, en el derecho y la capacidad de la mayoría para el manejo y gobierno de las instituciones.
«...es el producto inevitable del propio principio de organización… Toda organización partidaria que haya alcanzado un grado considerable de complejidad reclama la existencia de un cierto número de personas que dediquen todas sus actividades al trabajo del partido».
«La incompetencia de las masas» y su necesidad de liderazgo los hacen necesarios y, aunque el origen de los líderes sea el mismo de quienes los aúpan, por el hecho de serlo pasan a «pertenecer a la élite del poder» con intereses propios que quieren y desean conservar. En definitiva, un vulgar quítate tú para ponerme yo.
El demócrata Lenin tenía su opinión sobre las masas: «Adormecidas, apáticas, obstinadas, inertes e inactivas». Uno, aun masa, tiene su opinión sobre la gallardía, cosa que como el valor en la «blanca» –los que hicimos la mili sabemos de lo que hablo– suponía debe ser necesaria en el que aspira a dirigir.
Si en la sacrificada y agotadora labor de cuidar a enfermos de Alzheimer nos debemos preguntar quién cuida a los cuidadores, con esta troupe es obligado pensar cómo elegimos a los elegidos.
Voy de decepción en decepción sin que otee otra cosa.
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