La ilustración
Eugenio Fuentes
Domingo, 16 de noviembre 2025, 01:00
Quizá porque los ojos son el mayor tesoro para quien vive leyendo, nunca he olvidado el dato: en el siglo XVIII se hicieron las primeras ... operaciones de cataratas para devolver la vista a los ciegos. Pero esa intervención quirúrgica también es una metáfora: la Ilustración permitió que la humanidad borrara moscones de la retina y comenzara a ver el mundo más nítido y más limpio.
Por eso mismo sorprenden tanto los ataques que desde hace unos años viene recibiendo. Y aún más sorprende que esas embestidas no provengan de regímenes que temen a la Razón como a la peste, de fundamentalismos fanáticos como Al Qaeda o la ultraortodoxia judía, sino de nódulos extremistas asentados en el corazón mismo de las democracias occidentales. Uno daba por hecho el consenso de todo nuestro espectro ideológico al considerar la Ilustración como un gigantesco paso hacia adelante en la sufrida historia de la humanidad.
Perplejo ante las críticas, vuelvo a leer 'Qué es la Ilustración', de Kant, por ver si ahora descubro entre sus líneas algo del espíritu maléfico que le atribuyen sus detractores. Es un texto breve, de lectura fácil y fácil comprensión –que nadie espere un tocho de filosofía inextricable–, que comienza así: 'Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo […] pereza y cobardía son las causas […] Es tan cómodo ser menor de edad'. Kant anima a salir de esa situación con dos palabras que se convirtieron en el lema del movimiento: ¡Sapere aude! ¡Atrévete a pensar!, un grito revolucionario que ahora mismo es lo más opuesto a la invasión de la inteligencia artificial y a la tutoría del algoritmo que nos hace mirar hacia donde ellos quieren.
La independencia de pensamiento implica el derecho individual a cualquier creencia, incluso distinta a la de las mayorías, y exige libertad de prensa para manifestarla. Su respeto es la única manera de facilitar la convivencia pacífica entre personas de diferentes ideas.
En ningún otro momento de la historia se había defendido de tal modo el dominio de la Razón y del conocimiento sobre la ignorancia y la superstición. A partir de entonces, todo cambia y es la Ilustración la que más ha influido en que el mundo sea más habitable. De ahí venimos y el intento de matarla es como matar al padre.
El hombre ilustrado no se arredra ya ante la naturaleza, tan despiadada en muchas ocasiones, y cree que puede dominarla si descubre sus leyes. El afán de estudio, mejora y progreso, la consideración de la Tierra como un lugar de destino universal, la importancia de las ciencias al servicio del bienestar y la defensa del conocimiento universal como un bien común absoluto (que, dicho sea de paso, entra en franca oposición con la actual privatización de la comunicación, de las semillas y hasta de nuestros genes) van unidas a un ideario humanista: la repugnancia hacia el sufrimiento físico, la búsqueda de la felicidad sustentada en la igualdad de derechos, la democracia y el consiguiente respeto a las ideas ajenas. Mientras la convivencia se organizara sobre la religión y sobre los estamentos sociales, apartando los derechos de la libertad individual, no habría manera de pacificar la tierra y de favorecer el bienestar general.
Kant defiende que ese ideario no puede ser impuesto de ningún modo por la violencia. Aunque algunas voces le reprochan que esas ideas provocaron la Revolución Francesa, como si no hubieran sido otros los motivos, el filósofo alemán sostiene que, al contrario, la Ilustración con sus avances es el único medio para evitar las revoluciones y las rupturas traumáticas, el mejor modo de construir una sociedad en paz donde se llega a la felicidad desde el respeto, no donde se impone la felicidad desde la revuelta.
Y aunque el terrible siglo XX supuso un paso atrás en su ideario, con sus sueños convertidos en pesadillas por una utilización perversa de los avances técnicos y por una lectura maléfica del ideario ilustrado, lo ocurrido supone un reto para actualizar sus enseñanzas sin caer en los errores cometidos.
Es evidente que resultaría agotador tener que documentarse uno mismo sobre todo lo que ocurre en el mundo, pero otra cosa muy distinta es ceder a la cobardía y a la pereza, dejarse llevar por alguna de las nuevas ideologías tribales y admitir con los ojos cerrados lo que grita el consorcio de los compadres del mercado.
El motivo de la actual inquina contra la Ilustración sigue estando en el poder indomable de su grito, 'Atrévete a pensar', en razonar sin prejuicios, cuestionando las consignas, con una independencia de criterio que provoca desconfianza en estos tiempos líquidos donde los hechos son sustituidos por la posverdad y, lo que es peor, por la posmentira, el diálogo por la polarización, la creación por la AI y la idea por el tag. Por el contrario, la información en las fuentes originales, la capacidad de indagar y decidir el ideario propio y llegar a conclusiones por uno mismo son las armas más eficaces contra quienes aspiran a un nuevo dominio universal.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión