
Cuidar las librerías
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La Feria del Libro debería ser la mejor herramienta del Ayuntamiento para apoyar a un sector que en Cáceres se siente ninguneadoGalaxia Gutenberg acaba de sacar una reedición ampliada de 'Librerías', que Jorge Carrión publicó por primera vez en 2013, donde el escritor ... y crítico catalán habla de sus librerías favoritas de todo el mundo y reflexiona sobre la importancia que han tenido y siguen teniendo estos comercios tan peculiares en la historia de la cultura. Cuando parecía que internet y Amazon iban a arrasar el negocio del libro durante unos años de crisis brutal que se llevó por delante muchas de ellas, incluidas algunas de las más míticas, las librerías han conseguido reinventarse y hoy en día, al menos en las principales ciudades, abren más de las que cierran, sobre todo independientes, gracias a la pasión de jóvenes emprendedores que aman los libros y a una legión de fieles lectores que siguen acudiendo a estos lugares en busca de un tipo de experiencia que las grandes plataformas digitales ni saben ni pueden ofrecer.
En 'Librerías', Jorge Carrión explica también cómo los países y las ciudades donde la cultura importa de verdad, y no solo para usarla como adorno, facilitan la apertura de nuevas librerías y ayudan a sobrevivir a las que ya existen. Son lugares de encuentro donde se programan actividades y la gente se relaciona, y al mismo tiempo refugios en los que evadirse de una realidad cotidiana que a veces abruma. «Cada librería condensa el mundo», dice Carrión.
En Extremadura las librerías lo tienen todavía más difícil. Es la región con menor índice de lectura de España (54% en el barómetro de 2024, diez puntos por debajo de la media nacional), un indicador que va aparejado de manera casi matemática con el nivel de prosperidad. Una ciudad como Cáceres, que presume de la palabra cultura en todos sus eslóganes, no puede descuidar sus librerías. Ya sabemos que el sector cultural es muy amplio y es difícil llegar a todo, pero hay cosas que dependen más de la voluntad que del dinero. La Feria del Libro que se celebra estos días en el Paseo de Cánovas es, o debería ser, uno de los principales instrumentos en manos de las administraciones, en este caso del Ayuntamiento, para apoyar a las librerías, y sin embargo vemos cómo año tras año crece la desafección de los libreros, que se sienten ninguneados y apartados de la toma de decisiones, no ya solo porque el presupuesto de 25.000 euros sea escaso comparado con los de otras ciudades similares y hasta más pequeñas, o que no cuenten con ellos para diseñar la programación, sino por cuestiones que les perjudican directamente, como la habitual tardanza en informarles de los autores que vienen a firmar –que necesitan saber con tiempo para hacer los pedidos a las editoriales–, que el programa no se haya presentado hasta el mismo día de inicio de la feria, o que las casetas montadas este año sean totalmente inadecuadas para acomodar los libros. Y eso por no hablar de un cartel de presentaciones que palidece ante los de muchas otras ferias de ciudades, incluso de pueblos, que no aspiran a ser elegidas Capital Europea de la Cultura en 2031.
Afortunadamente, este año el tiempo acompaña y eso garantiza por sí solo una gran afluencia de público y unas ventas esenciales para seguir resistiendo.
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