El endiablado resultado electoral del 23-J hacía prever una legislatura convulsa. Pero, oigan, es que vamos de sobresalto en sobresalto. Pedro Sánchez, el 'showrunner' ... de esta serie, que cada día se parece más a 'House of Cards' y menos a 'El ala oeste de la Casa Blanca', nos ha desconcertado de nuevo con un giro de guion inesperado.
El firmante de 'Manual de resistencia' parece que ha encontrado por fin su línea roja y se plantea tirar la toalla en una carta a la ciudadanía publicada el miércoles en la red social X en la que denuncia que él y su mujer son víctimas de una «estrategia de acoso y derribo» de la derecha y la ultraderecha y acusa a Feijóo y Abascal de poner en marcha lo que Umberto Eco llamó 'la máquina del fango' en su novela 'Número cero'. «Esto es, tratar de deshumanizar y deslegitimar al adversario político a través de denuncias tan escandalosas como falsas». Por esta razón, necesita «parar y reflexionar» si merece la pena continuar al frente del Gobierno o renunciar.
El desencadenante que ha llevado al señor presidente a amagar con dimitir es el señalamiento judicial de su esposa, Begoña Gómez, contra la que un juez de Madrid ha abierto diligencias previas tras ser denunciada por el pseudosindicato ultra Manos Limpias por tráfico de influencias y corrupción en los negocios. El caso no parece tener mucho recorrido judicial, pues hasta el polémico Miguel Bernard, el secretario general de Manos Limpias –organización que no hace honor a su nombre–, ha admitido la posibilidad de que su querella se base en noticias falsas.
Nuestro 'showrunner' no desvelará el desenlace de este episodio cumbre hasta el lunes, aunque sea a costa de tener a un país en vilo durante cinco días. ¿Y a cuento de qué tan larga espera? Esto es lo que me hace atisbar tacticismo político en este movimiento de Sánchez. Si de verdad quisiera dimitir, lo hubiera hecho ya, siguiendo los pasos del ya ex primer ministro luso António Costa, que dejó su cargo 'ipso facto' tras unas acusaciones de corrupción que luego han resultado infundadas.
Creo que Sánchez busca, primero, desviar el foco de atención de su mujer hacia sí mismo, y, segundo, repetir la táctica con la que recuperó la secretaría general en 2017 y retuvo la Moncloa en 2019 y tras el 23-J: reagrupar y movilizar a los suyos para reforzar su liderazgo, amén de atar el apoyo de sus socios parlamentarios con el argumento de la amenaza de un enemigo común, las derechas, en vísperas de unas elecciones catalanas que pueden dar un vuelco al tablero político. Y para escenificar ese cierre de filas de los socios de la investidura en torno a su persona me inclino por que anunciará mañana que se someterá a una cuestión de confianza. De hecho, Esquerra, Bildu y el BNG ya han avanzado que le darían su apoyo, mientras que PNV y Junts lo han dejado entrever con reservas. Es la tesis que parece cobrar fuerza en el PSOE. Uno de sus más fieles escuderos, el ministro Félix Bolaños, espera que Sánchez «decida que lo mejor es decirle a la jauría ultraderechista y derechista que no ha podido con él».
Todo esto me ha recordado una anécdota de Alcibíades, sobrino de Pericles y discípulo de Sócrates, del que Plutarco dice que solía pasar del bien al mal y del mal al bien con la misma facilidad con que el camaleón cambia de color, con la diferencia de que este nunca toma el color blanco. Alcibíades ordenó cortar la cola de su caro perro. Preguntado por la razón, respondió que mientras los ciudadanos hablaban de eso, no decían cosas peores de él y su gobierno.
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